NUESTRA SEÑORA
DE LAS ANGUSTIAS
15 de septiembre
Con la
cristianización de Granada a raíz de la toma de la ciudad
por los Reyes Católicos, se inicia la devoción granadina
a la Virgen de las Angustias, en una ermita ribereña
cercana al puente del Genil, en terreno de huertas. En esa ermita se
veneraba un cuadro del pintor Francisco Chacón, donado por la
reina Isabel, con la imagen de la Virgen de las Angustias.
Existen varias historias en torno a la aparición de esta imagen:
Una de las más extendidas, y conocidas, es la que
cuenta cómo dos caballeros que decían proceder de la
ciudad de Toledo llegaron a Granada y se interesaron por hablar con los
representantes de la cofradía de Nuestra Señora de las
Angustias. Hallando al mayordomo y otros hombres que reconocían
su fervor por esta imagen, les explicaron que ellos también
veneraban en su ciudad la misma advocación y que venían a
traer consigo una imagen digna de devoción, dejando así,
sin más explicaciones, como regalo la imagen que ha llegado a
nuestros días.
Lo extraño vino después. Cuando la hermandad
granadina contactó con la de Toledo para agradecerle el
presente, se llevaron la sorpresa de que nadie en Toledo conocía
la existencia ni de aquellos dos caballeros, ni de haber mandado regalo
ni comisión ninguna hacia Granada. Pronto dijeron los granadinos
que habían sido dos ángeles del cielo los que trajeron a
la que hoy es la Patrona.
Otra historia narra cómo una tarde, cuando algunas
gentes devotas entraban en la capilla a orar, el encargado de la
capilla vio que entraba una señora ricamente vestida
acompañada por dos gallardos jóvenes que parecían
servirla y que, llegando ante el altar, se detenía en actitud de
orar. A poco, el ermitaño notó que los jóvenes
habían desaparecido, aunque él no recordaba haberlos
visto salir por la puerta de la capilla.
Llegó la hora de cerrar la ermita, se hacía
tarde, pero la señora continuaba en el mismo sitio rezando. Ya
no quedaba nadie en el templo más que la señora en la
misma postura. Fue entonces cuando se acercó el hombre, para
advertirla de que ya era la hora de cerrar la iglesia, y cual no
sería la sorpresa y admiración al ver que lo que
parecía una señora era una preciosa imagen de la Virgen
que sostenía sobre sus rodillas el cuerpo inanimado de su Hijo.