BEATO NOTKERO
BÁLBULO
6 de abril
912 d.C.
Nació en Heiligau (hoy Elgg) en el cantón de Zurich, en
el seno de una familia distinguida. Ingresó siendo niño
en la abadía benedictina de Saint Gall, donde pasó toda
su vida. Perdió precozmente todos sus dientes, por lo que
sólo podía hablar con mucha dificultad y tartamudeando y
por ello se le llamó “Bálbulus” es decir “tartamudo”.
Así aprendió a callar, abominó las conversaciones
inútiles como indignas de un monje.
Tuvo por maestros a
los monjes Iso, y después al irlandés Moengal.
Llegó a ser bibliotecario en 890, recinto el más sagrado
de la abadía después de la iglesia; y años
más tarde hospedero, (892-894), cargo importante en aquellos
tiempos de arduas peregrinaciones. Por su vasta cultura se le
confió la dirección de la escuela abacial. Tuvo por
discípulos a nobles y potentados, así como a
Salomón III, obispo de Constanza, y Waldo, obispo de Freising en
Baviera.
Su producción literaria fue muy extensa. En prosa cultivó
el género epistolar, en que expone cuestiones científicas
con estilo llano y atractivo. A
su discípulo el obispo Salomón, cuando todavía era
todavía diácono, le dedicó la "Notatio",
que puede ser considerada como el primer tratado de patrología
latina. De carácter histórico son el "Breviario de los
reyes francos", que él continuó hasta Carlos III el
Gordo. La "Gesta Caroli Magni" demuestra
nuestro Beato su admiración por el emperador. A base del "Martirologio" que el arzobispo san
Adón de Vienne entregó a St. Gallen el año 870
redactó Notkero su famoso "Martirologio", enriquecido con
las muchas noticias hagiográficas existentes en el monasterio,
de donde vino a resultar un pequeño "Año Cristiano", con la vida sucintamente
descrita de los santos.
Pero el principal
mérito literario de Notkero estriba en la poesía y en la
música. Vio en la poesía un instrumento adecuado de
santificación, y a ella se consagró con entusiasmo,
destinándola al noble servicio de la liturgia y de la Iglesia.
Escribió un poema dialogado sobre las artes, y otro con el
título "De los cinco sentidos", seguido de un
apéndice en prosa rítmica.
Notkero buscaba un medio
para facilitar el aprendizaje musical, cuando la casualidad se lo
brindó excelentemente. En el proemio o epístola
dedicatoria de sus himnos a Liutward, obispo de Vercelli, lo cuenta
él mismo: "Cuando yo era todavía un jovencillo y las
melodías larguísimas, frecuentemente aprendidas de
memoria, se me escapaban del corazoncillo, comencé a pensar en
silencio la manera de ligarlas fuertemente. Entretanto aconteció
que un sacerdote del monasterio de Jumiéges, poco antes
destruido por los normandos (862), vino a nosotros trayendo consigo su
antifonario, en el que había algunos versos para ser cantados en
la vocalización final del aleluya, pero que ya estaban muy
viciados. Su vista me produjo alegría, pero su gusto me
causó amargura". Continúa refiriendo cómo
comenzó a imitar aquellos versos, pero sin sus defectos, y que
su maestro Iso le felicitó por los méritos
poéticos, corrigiéndole las faltas, mientras le
formuló la regla de oro para la poesía secuencial: A cada
nota debe corresponder una sílaba. Entonces él
comenzó a escribir versos, que pronto cantaron los niños
y monjes de la abadía, y que rápidamente resonaron por
toda Europa. Dio origen a las "Secuencias litúrgicas",
componiendo el texto de muchas de ellas. Se dedicó
también a cuidar a los enfermos del monasterio. Practicó
las penitencias físicas, como medio para doblegar su cuerpo. Fue
consejero de influyentes personajes: el rey Carlos el Gordo le tuvo en
alta estima. Julio II
confirmó su culto en 1513.