BEATO MELITON MARTINEZ GOMEZ
1936 d.C.
18 de septiembre
Nació en Jérez
del Marquesado, el 10 de marzo de 1878, donde fue bautizado ese mismo día.
El 1 de junio de 1901 fue ordenado sacerdote en Guadix. Fue asesinado el
18 de septiembre de 1936 en la Cuesta de la Reina, en Nacimiento, provincia
de Almería
El mejor elogio de este beato se puede encontrar en la brevísima biografía
redactada en el obispado de Guadix:
"Párroco apreciado por el pueblo, por su bondad y amor
a los pobres. Era voz pública y común: de casa del Señor
Cura, no sale nadie con las manos vacías". Había nacido en
Jerez del Marquesado, de la Diócesis de Guadix, donde fue bautizado
el 10 de marzo de 1878, el mismo día de su nacimiento. Realiza sus
estudios eclesiásticos en el seminario de Guadix, pero al final, pasa
al seminario de Granada, donde se licencia en Teología.
Con dispensa de edad canónica, recibe el Presbiterado,
el día 1 de junio de 1901, contando sólo con 22 años.
Desde 1912, es párroco de Fiñana. De él dicen los testigos
que "celebraba la Eucaristía con devoción; rezaba el Rosario
cada día, era piadoso y buen sacerdote".
Refieren su atención asidua al confesonario y a la catequesis.
"Tenía patrimonio propio y se lo gastaba en los pobres",
hasta el punto de que no tenía nada", porque todo lo daba al que le
pedía ayuda: "Era el pan de los pobres ", y dejaba sus limosnas ocultamente
"debajo de la almohada cuando visitaba a los enfermos".
Tema este de su caridad con el prójimo, en el que insisten
todos los testigos; "compraba la leña y la hacía llevar a los
pobres que no podían comprarla"." Hay un incidente en la vida del
Siervo de Dios, que no puede ser pasado por alto; su relato sencillo por
uno de los testigos encomia y enaltece tanto más al Beato:
En la documentación aportada se dice que estuvo como
párroco en Fiñana dos períodos: de 1912 a 1917 y, después,
de 1920 hasta su muerte. Antes de transcribir el incidente, conviene recordar
lo que dice la testigo Ana Jiménez: "Era limpio en su conducta, era
respetuoso en el trato con las mujeres".
El incidente es el siguiente:
"El siervo de Dios decía misa todos los días en
la capilla de S. Antón, de propiedad particular y los domingos también
en la iglesia parroquial. La dueña de la capilla que lo acosaba y
perseguía, lo denunció al Obispo de Guadix, a cuya diócesis
pertenecía entonces Fiñana, y éste lo mandó al
pueblo de Galera (Granada). Estando allí el Siervo de Dios por obediencia
al Obispo, la persona que lo denunció sintió remordimiento
y dijo que era incierta la calumnia que ella había levantado y lo
volvieron a traer aquí. Cuando volvió al pueblo, la banda de
música fue a recibirlo a la estación de ferrocarril. Mis padres
me contaron que el obispo le pidió el nombre de la persona que le
calumnió, pero el Siervo de Dios no quiso revelar su nombre".
Actuando así el Obispo, la calumnia fue "valorada" como
tal por el propio Obispo. Por ello su rehabilitación fue precisamente
mandarle otra vez como párroco a Fiñana. Disposición
del Siervo de Dios ante la prisión y la muerte
Leyendo el proceso de todos estos sacerdotes mártires
de Almería, hay algo que llama poderosamente la atención: la
frecuencia con que los testigos hablan de todos estos Siervos de Dios diciendo
expresamente que los "veían rezar ante el Santísimo"; de este
Siervo de Dios, también se dice así expresamente.
Sin duda que de esta piedad eucarística le venía
la fortaleza; a pesar de que se le ofreciera escapar a otro lugar más
seguro, pero el Siervo de Dios lo rechazó: "Don Melitón contestó:
Ya he perdido este oído, dentro de nada perderé el otro, y
dentro de poco la vida".
Esta fortaleza, incluso la intuición de su martirio,
la cuenta así otro testigo: "Mi padre era sobrino de otro sacerdote
del pueblo, Don Juan Martínez, Coadjutor, que falleció poco
antes de comenzar la Guerra Civil. Don Melitón estuvo acompañando
a mi padre y a sus hermanos, esperando que muriera y, en las conversaciones
mantenidas durante esa noche de espera, le dijo: Cuando muera tu tío,
creo que es prudente no tocar las campanas a difuntos, porque la cosa está
mal; y refiriéndose también a su propia muerte, añadió:
Yo iré al cielo derramando mi sangre por Cristo".
Realmente, eran vidas heroicas en su sencillez monótona
la de estos sacerdotes: celebración de la Eucaristía con piedad;
oración ante el Santísimo; devoción a la Virgen con
el rezo diario del Rosario, y celebraciones festivas dedicadas a Santa María;
confesonario y atención mimada a los pobres y enfermos; catequesis
a los niños; breviario rezado cada día, hasta el punto que
los testigos notan este detalle de verlos con el libro frecuentemente en
la mano; compañerismo y ayuda fraterna de unos sacerdotes a otros.
Sobre todo, llama la atención la continua repetición de los
testigos en todo el proceso: "lo mataron por ser sacerdote, no había
otro motivo".
Martirio del beato Melitón Martínez
El proceso diocesano transcribe abundantes documentos, más
que suficientes, para relatar el martirio. En la causa 20.950, de la "Causa
General", instruida en los años siguientes a la Guerra Civil se dicen
nombres de quienes apresaron y mataron a este sacerdote en Fiñana.
El día 17 de septiembre de 1936, se presentaron en este
pueblo un grupo de milicianos al mando del teniente Burgo. A las 8 de la
mañana, los dos sacerdotes del pueblo ( el otro era Don Manuel Alcayde)
fueron detenidos y conducidos a la cárcel. A las 4 de la mañana
del día siguiente Adelaida Vallejo Pérez, vecina que habita
una casa colindante, ve pasar al grupo de gente que conducía a los
dos sacerdotes, que marcharon por la carretera de Vilches a Almería.
El relato que se archiva en el Obispado de Guadix, añade
estos detalles: "descalzo y entre mofas, burlas y palabrotas fue conducido
(Don Melitón) hasta la cárcel".
Y añade el testimonio del médico Don Norberto Gutiérrez:
"Eran las cuatro de la mañana; el médico titular
del pueblo, Don Norberto Gutiérrez, con ocasión de un viaje,
sorprendió en un furgón la conversación de que cuando
se iba a proceder a la inhumación de los cadáveres, apareció
un coche y al ver que varios vecinos se disponían a cumplir tan sagrada
misión, con frases despectivas les obligaron a retirarse de allí
para tomar alguna medida que impidiera se pudiesen identificar los cadáveres.
Inmediatamente sacaron del coche un tanque de gasolina y les prendieron fuego
rociando los cadáveres. En este momento se desencadenó una
horrible tormenta que dispersó a los espectadores quedando sólo
unos cuantos para enterrarlos y quizá a esta circunstancia se deba
el haber encontrado los cadáveres tan someros. Este mismo testigo
afirma que conoce las manifestaciones por referencia, pero que las estima
ciertas por haberlas oído a raíz de los sucesos, cuando los
hechos de este género se contaban con toda libertad y desenfado. Al
examinar los cadáveres pudo apreciar que el del Sr. Cura Párroco
presentaba en la cabeza gran cantidad de hendiduras y fisuras que denotaban
claramente que el interfecto había recibido enormes contusiones, las
que pudieron causar su muerte, aunque también pudo ser causada por
tiro de fusil, puesto que entre la tierra de la fosa aparecieron casquillos
de bala de fusil, si bien no se veían huellas de ellos en el cráneo."
"Reunieron a la gente en la plaza, como si de una fiesta se
tratara y marcharon a la casa de los sacerdotes. A D. Melitón lo descalzaron
y junto con D. Manuel Alcayde, el otro sacerdote, los llevaron detenidos.
A la mañana siguiente, muy temprano, los sacaron y en la Cuesta de
la Reina los mataron. Dicen que D. Manuel antes de morir pidió que
lo mataran a él primero para no ver morir a su compañero y
así lo hicieron. Dicen que D. Manuel murió pronto, pero que
D. Melitón tardó más en morir. A D. Melitón le
cortaron las orejas y las trajeron en un bote al pueblo, como objeto de mofa,
y para hacerle sufrir más. Los cuerpos de los dos Siervos de Dios
quedaron a allí tirados, pero un ferroviario, hijo del pueblo Fiñana,
al enterarse de lue eran los cuerpos de los curas de su pueblo, cavó
una fosa allí mismo y los enterró".
La prisión de ambos sacerdotes en sus respectivos domicilios
fue el 17 de septiembre de 1936. Y el martirio lo sufrieron el día
18 siguiente en la Cuesta de la Reina (Nacimiento). El martirio formal, la
intención malvada en los asesinos, su actuación "in odium fidei",
queda claro en los documentos aportados. Así en el documento III,
(Siervo de Dios n° 89) al nombrar personalmente a los asesinos, dice
que "efectuaron de común acuerdo la detención de los sacerdotes
", refiriendo los malos tratos de palabra y obra.
Es clara también la saña con que proceden a asesinar:
"El cráneo de Don Manuel Alcayde presentaba una gran
hendidura en la porción escamosa del temporal derecho, que puede confirmar
la versión conocida por muchos de que sufrió un fuerte golpe
de machete que determinaría segura su muerte."
Contra esta intención torcida de los verdugos, está
la aceptación por ambos Siervos de Dios, que incluso parecen "profetizar"
su próximo martirio, aceptado y deseado, como se ha dicho más
arriba; y la repetición continua que hacen los testigos al decir que
"murieron por ser sacerdotes" y que ésa es la fama que conservan como
mártires entre los que les conocieron y recuerdan.
Los restos de los beatos, al concluir la Guerra, fueron trasladados
al cementerio de Fiñana; y después, en 1956, fueron trasladados
al templo parroquial de Fiñana, donde ellos ejercieron su ministerio
sacerdotal. Así lo testifica el Reverendo Alfredo Raya Martínez,
quien fue párroco en Fiñana en aquella fecha de su enterramiento
definitivo en el templo parroquial.' °4
Fama de martirio
Los testigos de uno y otro Siervo de Dios afirman repetidamente
el re-cuerdo que en Fiñana tienen los feligreses de estos dos Siervos
de Dios considerándolos como buenos sacerdotes 1°5; incluso hablan
de la disponibilidad que tenían para el martirio: "tenía que
dar su vida por Cristo '; y otro testigo dice: "Es fama de que son mártires
de la fe". Estos dos Siervos de Dios vivieron juntos el tiempo de su vida
parroquial y juntos, en la hora suprema del martirio, encontraron la muerte.