BEATA MATÍAS DE
NAZAREIS
28 de diciembre
1320 d.C.
Mattía Nazarei nació en Matélica, pequeña
ciudad de las Marcas. Sus padres se llamaban Guerniero de Gentil
(Gentili) y Sibila de Odón (Ottoni), pertenecientes ambos a
familias nobles, pudientes y religiosas. Después de una infancia
serena, Mattía sufrió las presiones de sus padres, que
trataron de convencerla para que se casara con un joven noble y rico,
Pedro de los Condes Gualtieri, mas ella rechazó de plano tal
matrimonio, porque ya había respondido a la llamada de Dios.
Pidió permiso
para ingresar en un convento de clarisas (Damianitas), del que era
abadesa una tía suya, pero, por desgracia, ésta tuvo
miedo a las reaciones de su padre, y trató de convencer, en
vano, a Mattía para que tomara decisiones apresurada. La
jovencita decidió seguir los valientes ejemplos de santa Clara
de Asís y la beata Inés de Asís, desafiando
a su familia. Se cortó el cabello y se puso una vieja
túnica, pidiendo a Cristo que le ayudara. Después de
esto, se presentó a la comunidad benedictina del monasterio de
Santa María Magdalena y declaró su intención de
vivir la vida religiosa.
Ya durante el
noviciado, su comportamiento impecable conquistó los corazones
de las hermanas, que trataron iempre de seguir su ejemplo admirable.
Mattía oraba incesantemente, de noche y de día, y
pedía siempre que le encargaran los trabajos más
humildes, no obstante sus nobles orígenes.
A los 26 años
la nombraron abadesa del convento, desempeñando el cargo hasta
la muerte. Como escriben sus biógrafos: "cumplió su
encargo con tanta destreza, que se ganó una gloria muy grande".
No solamente mejoró la vida espiritual de las hermanas, sino
también su existencia material, pues era una mujer inteligente y
práctica. A base de limosnas, reconstruyó la iglesia y
amplió el convento, que era ya demasiado estrecho para acoger
las chicas que, en número creciente, deseaban seguir el ejemplo
de Mattía. La vida interior de la beata María se
modeló sobre la pasión del Señor. Por muchos
años, todos los viernes sufrió dolores y numerosos
arrobamientos. Fue una mujer de gobierno que a las virtudes de
contemplación unía las virtudes prácticas.
La llamaban "Madre de
la caridad", porque su caridad, su amor y su compasión por los
pobres y afligidos no tenía límites. Sus oraciones y sus
consejos salvaron a muchas almas en peligro. Mattía había
contraído un pacto secreto con Dios, por el que se
imponía penitencias voluntarias a cambio de la conversión
de algunos pecadores empedernidos.
Su luz irradiaba
incluso al otro lado de las rejas del monasterio, a través de
las cuales se mantenía en contacto con el mundo, sabiendo decir
una palabra de consuelo, ayuda y exhortación a los muchos que
acudían a ella. Todos los que conseguían
entrevistarse con ella conservaban un recuerdo imborrable de tan
edificante experiencia.
La Beata Mattía
murió a los 85 años. Pocas horas antes de morir predijo
serenamente su muerte a las hermanas: las bendijo, exhortándolas
a observar la castidad, la obediencia y la caridad, les
recomendó que se amaran mutuamente, porque "Dios es amor". Por
último, prometió a sus hermanas entristecidas: "No
abandonaré este convento. Velaré siempre por él".
Su cuerpo permanece incorrupto y expele un líquido rojo, que
parece que es sangre.
En una época posterior esta abadía tomó la regla
de las clarisas y por esta razón la Beata Matías aparece
como perteneciente a esta Orden. Su culto fue confirmado por
Clemente XII el 27 de julio de 1765.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)