BEATO MARINO
15 de diciembre
1170 d.C.
Séptimo abad de la abadía benedictina de La Trinidad de
Cava dei Tirreni. Fue elegido para el gobierno de la abadía en
1146; sucedió al beato Falcón de la Cava y gobernó
por 24 años. Fue al principio un simple monje, pero se
distinguió en las tareas de «vestidor», que
además de proporcionar la ropa a los monjes, era también
el guardián de los tesoros y documentos de archivo.
Según la
costumbre de Cava, fue a Roma al inicio de su mandato para obtener la
bendición papal; el papa de ese entonces, san Eugenio III le
recibió con honor, y en esa ocasión le confió el
monasterio de San Lorenzo en Panisperna, para que lo hiciera resurgir
bajo las normas de Cava. El mismo papa, con bula del 6 de mayo de 1149,
tomó bajo su protección la abadía, por lo que
quedó sujeta a la Sede Apostólica, y por tanto
independiente de las autoridad diocesana.
El gobierno del abad
Marino fue fructífera en obras y en prosperidad, por las
generosas donaciones de obispos, príncipes y señores
feudales; otros monasterios e iglesias fueron a ponerse bajo su
autoridad. La riqueza que entraba, se utilizaba para ayudar a los
pobres y sufrientes, para el sustento de muchos monjes, para la
construcción de edificios y para el esplendor del culto. La
basílica abacial fue revestida con incrustaciones de
mármol precioso, decorada con frescos y pavimentada con mosaicos
polícromos. Además, por sus gestiones como
plenipotenciario para conseguir la paz entre el rey de Sicilia
Guillermo el Malo y el Papa Adrián IV, en la corte de Palermo
obtuvo del rey un diploma que confirmaba los bienes propiedad de la
Abadía, y la tomaba bajo la protección real, con
exención de impuestos; podría entonces nombrar vasallos,
alistar soldados, nombrar jueces y notarios. Marino murió
piadosamente y su cuerpo fue sepultado en la basílica. En 1648 fue
encontrado y posteriormente sus reliquias -después de la
confirmación del culto del beato en mayo de 1928 por el Papa
Pío XI- fueron colocadas en un altar particular.