BEATA MARÍA DE
SANTA CECILIA ROMANA
1929 d.C.
4 de septiembre
En Sillery,
ciudad de la provincia de Quebec, en Canadá, Beata María
de Santa Cecilia Romana (Dina) Bellanger, virgen, de la
Congregación de Religiosas de Jesús y María, que
entregada y confiando sólo en el Señor, durante no pocos
años soportó una grave enfermedad.
Nació en Québec, Canadá. Su primera
comunión en 1907, la impactó de tal manera que cada
día creció en ella “el hambre del Cuerpo y la Sangre del
Santísimo”. Durante años estudió en el colegio
Bellevic de las Religiosas de Nuestra Señora y una vez cumplidos
los 16 años volvió a su casa. Quiso hacerse religiosa,
pero su párroco la consideró muy joven. Estudió
piano y obtuvo el título de profesora recibiendo grande elogios.
En 1917 se trasladó a Nueva York para estudiar en el
conservatorio de esta ciudad, y un año más tarde
volvió a su casa, y, experimentó una fase de aridez
espiritual y sequedad interior. Más tarde ella nos dirá:
“Jesús comenzó a encenderme con sus llamas de amor. En un
coloquio de amor abrasó mi corazón con una de ellas... La
reparación al Corazón Divino ultrajado, el celo por la
salvación de las almas, se convertían en mí en
deberes imperiosos”.
Aunque siguió dando conciertos, tenía sed de
consagrarse a Dios. En 1921, ingresó con su amiga Bernardita en
la Congregación de Jesús María de Syllery,
Canadá, y le pidió a Dios dos gracias: la
comunicación íntima con Él y perfección,
tomó el nombre de María de Santa Cecilia. Fue enviada a
dar clases de piano a Saint Michel, pero tuvo que regresar a Syllery al
mes, pues contrajo la escarlatina, enfermedad de la que no se
recuperaría totalmente. Después de recuperarse,
volvió a sus clases, donde tuvo la admiración de sus
alumnas. En 1924, regresó a Saint Michel, dejando a las alumnas
que tanto quería y comenzó a escribir su
autobiografía por orden de sus superioras. Pasó los
años entre luces y sombras, debilitada por la enfermedad; y
cuando la salud se lo permitía se dedicaba a la enseñanza
y en otros momentos le invadía un sufrimiento físico y
espiritual, pero sin llegar a perder la paz. En 1927 recibió los
estigmas de la pasión pero de forma invisible. En 1928 hizo sus
votos perpetuos y en julio de 1929, agradecida con todos los que la
atienden, pregunta al Señor: “¿Quién les
pagará?”, a lo que Jesús respondió: “Yo
pagaré tus deudas”, y ella interpela: “¿Cómo,
Dios?”, “Si, las pagaré con mi corazón. Concederé
gracias a toda aquella persona que te haya prestado el menor
servicio Pero en el cielo, tu misma pagarás tus deudas”. Esto es
lo último que escribió. Fue beatificada el 20 de marzo de
1993 por San Juan Pablo II.