BEATA MARÍA
ASUNTA PALLOTA
7 de abril
1905 d.C.
Nació en Force (Marcas, Italia), de una familia campesina,
pobre, religiosa. Fue siempre laboriosa, sencilla, amable, muy devota.
Vivió los primeros años en Castel di Croce hasta que su
familia se trasladó definitivamente a Force. No pudo seguir
estudios regulares pues muy pronto tuvo que dedicarse al trabajo.
La
determinación de abandonar el mundo surgió en ella de una
manera súbita e imperiosa, por lo cual, ayudada de personas
buenas, dada la pobreza de su familia, se dirigió a la casa de
probación de las religiosas Franciscanas Misioneras de
María el 4 de mayo de 1898. Vivió en Roma, Grottaferrata
y Florencia, distinguiéndose por la sencillez, la humildad, la
prontitud para realizar los servicios más modestos y los
trabajos más pesados. Dos años después eran
martirizadas en China siete Misioneras.
Hacia 1903 María Assunta pidió a la fundadora ser enviada
a China, para dar la vida por Cristo y por la fe, petición que
le fue aceptada. Tras recibir la bendición de san Pío X,
emprendió el viaje con otras hermanas y llegó a Shansi
(China) en junio de 1904. Fue destinada como cocinera al orfanato de un
pueblo pequeño, Donger-kou. De nuevo aquí fue la monja
sencilla, dócil, generosa, sacrificada, entregada a trabajos
humildes en los que prodigaba el amor que bebía en su vida con
Dios.
El invierno fue
rigurosísimo; en los primeros meses del año siguiente,
1905, en todo Shansi cundió una terrible epidemia de tifus, y,
además de varias huérfanas, murieron cuatro religiosas,
la tercera de las cuales fue sor María Assunta. Había
caído enferma el 19 de marzo, aniversario de su partida de
Italia. La tarde del 7 de abril recibió los últimos
sacramentos y veinte minutos antes de morir, un perfume misterioso
inundó las habitaciones donde ella había vivido.
En 1913, al exhumarla, su
cuerpo fue hallado en perfecto estado de conservación. Los
chinos la llamaron "la santa de los perfumes". Es la primera
Franciscana Misionera de María que llegó a la santidad
sin pasar por el martirio. Ella hubiera querido convertir a todos los
habitantes de China, pero su apostolado fue fugaz: se extinguió
antes de cumplir los 27 años de edad. Fue
beatificada por Pío XII el 7 de noviembre de 1954.