BEATA MARÍA ADEODATA PISANI
25 de febrero
1855 d.C.



   Se llamaba María Teresa. Nació en Nápoles, en el seno de una familia de la nobleza; su padre era el barón de Frigenuini. Cuando sus padres se separaron, fue educada por su abuela, la baronesa Elisabetta Mamo, que habitaba e Pizzofalcone (Nápoles). Con 10 años fue internada en un colegio porque había muerto su abuela. En 1820-1821 su padre, implicado en el movimiento liberal partenopeo, fue arrestado y condenado a muerte. Le fue conmutada la pena por el exilio, y marchó a Malta, donde también fue María Teresa, pero a vivir con su madre, en la ciudad de Rabat.

   Después de un sermón de un fraile franciscano sobre el Juicio Final, sintió una profunda conmoción y en oración ante la Virgen del Buen Consejo, vio que su camino era la vida religiosa, a pesar de que su madre quería un interesante matrimonio para ella y que hiciera más vida social. En 1828, tras superar la oposición de sus padres, ingresó en el monasterio benedictino de San Pedro, en Médina, tomando el nombre de María Adeodata. De religiosa siguió viviendo con la misma vida de humildad y sacrificio que le caracterizó durante su noviciado.
Nunca buscó cargos, aunque los ejerció practicamente todos: sacristana, enfermera, portera, maestra de novicias y en 1851 fue elegida abadesa. Siempre se ocupó de sus hermanas y de los pobres que acudían a las puertas del monasterio. Como superiora destacó por su fidelidad a la Regla y por su empeño en ayudar a las hermanas a progresar en el camino de perfección. Corregía con prudencia y era más severa consigo misma que con las hermanas.

   Por su debilidad física y especialmente por las fuertes penitencias que practicó, su salud fue debilitándose. Murió después de comulgar de un infarto. Fue beatificada por Juan Pablo II el 9 de mayo de 2001.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)