BEATA MARGARITA COLONNA
30 de diciembre
1284 d.C.
Nació en Palestrina, hija de Odón, de los
Príncipes Colonna, y de Mabilia o Magdalena Orsini. Los
años en los que vivió Margarita fueron tumultuosos y
complicados para la Iglesia. La sede papal quedó vacante durante
20 años, el periodo más largo de la historia. Los
pontificados de los papas que salían del cónclave eran
demasiado breves, y eso perjudicaba su autoridad y prestigio, tan
necesarios para mantener el equilibrio entre las pretensiones de
Francia y del Imperio germano sobre el territorio italiano.
Desde la más
tierna infancia había sido educada por su madre en las virtudes
cristianas, que había conocido a san Francisco de Asís.
Pero ella y sus hermanos quedaron pronto huérfanos, primero de
padre, y luego de madre. Quedó bajo la tutela de su hermano
Juan, dos veces senador de Roma, quien le preparó un matrimonio
prestigioso y conveniente para las alianzas nobiliarias, mas ella
sólo deseaba ser esposa virginal de Jesucristo. El 6 de marzo de
1273, apoyada por su otro hermano, el cardenal Giacomo Colonna, se
retiró con otras dos jóvenes piadosas en la iglesia de
Santa María de la Costa, en el Monte Prenestino, hoy llamado
Castel San Pietro, encima de Palestrina, donde fundaron una comunidad
religiosa, sin aprobación canónica. Vistió el sayo
de las clarisas, bajo el cual llevaba un cilicio ceñido a sus
carnes. Entre ayunos y penitencias pedía al Señor le
concediese su mayor deseo: ser clarisa. Así vivió unos
años, siendo un escándalo para su familia.
En 1278, siendo su
hermano Juan senador de Roma, su otro hermano, Giacomo, fue nombrado
cardenal por expreso deseo del Papa Nicolás III. El joven
Giacomo era un verdadero creyente y amaba a Cristo, de modo que
tomó consigo a su hermana y la llevó a Roma, para orar
juntos ante los sepulcros de san Pedro y san Pablo. Fue el comienzo de
una nueva etapa en la vida de Margarita, pues su ejemplo
despertó el interés de otras mujeres, interesadas en
dedicar enteramente su vida, como ella, al servicio de Cristo.
Hacía
sólo 20 años que había muerto Santa Clara de
Asís, y su ideal de vida y el de Francisco atraía a
multitud de personas de toda condición social. A petición
de Margarita, el ministro general de los frailes menores fray
Jerónimo Masci, futuro papa Nicolás IV, le
permitió entrar en el monasterio de santa Clara de Asís,
pero los planes del Señor eran otros, y una enfermedad se lo
impidió. Pensó entonces en retirarse con sus
compañeras en el convento de la Méntola sobre el monte
Guadagnolo, pero era un feudo del conde de Poli, que no veía con
buenos ojos a una Colonna en su territorio. Fue por eso que, al poco
tiempo, se trasladó a Roma, y pasó largo tiempo como
huésped de una noble muy piadosa y generosa, llamada Altrudis,
apodada "de los pobres" por aquellos a quienes ella había dado
sus bienes. Hasta que, en 1278, con ayuda de su hermano cardenal,
regresó al monte Prenestrino, junto a su ciudad natal, para
fundar monasterio donde se viviera pobremente y se alabara al
Señor día y noche.
Ella misma se
ocupó de la formación de sus compañeras; pero su
caridad se extendía más allá, hasta los enfermos y
pobres de la comarca. Cada año, para la fiesta de San Juan
Bautista, del que era muy devota, organizaba para ellos una comida.
Toda su rica dote fue a parar a manos de los pobres y enfermos. Una vez
agotado su rico patrimonio personal, no permitió que sus
hermanos le ayudasen, sino que prefirió vivir como franciscana,
y no le importó recurrir a la "Mesa del Señor", pidiendo
limosna de puerta en puerta, para continuar su obra en favor de los
pobres.
Practicó de
manera heroica todas las virtudes, edificando al pueblo con la
oración asidua y el ejemplo de una caridad heroica. Con
ocasión de una epidemia, Margarita se hizo "toda para todos"
asistiendo maternalmente a los hermanos enfermos y corrió
también en ayuda de los franciscanos de Zagarolo. Otra vez
acogió en casa a un leproso de Poli, comiendo y bebiendo en el
mismo plato y, en un ímpetu de amor, besó aquellas
repugnantes llagas. Sería demasiado prolijo recordar todas las
manifestaciones de la intensa vida mística de Margarita: la
observancia escrupulosa de la regla de Santa Clara, el amor a la
pobreza, la continua unión con Dios, los éxtasis, las
efusiones de lágrimas, las frecuentes visiones celestiales, el
matrimonio místico con el Señor, quien se le
apareció colocándole un anillo en el dedo y una corona de
lirios sobre la cabeza y le imprimió la llaga del corazón.
Durante siete años sobrellevó pacientemente una herida
ulcerosa en el costado, como si llevara una llaga de la pasión
de Jesucristo. Aún no había cumplido los 30 años
cuando murió a causa de la úlcera y de unas fiebres
altísimas. Hoy sus reliquias se veneran en la iglesia de Castel
San Pietro. Pío IX aprobó su culto el 17 de
septiembre de 1847.