BEATA MAGDALENA
PANATTIERI
1503 d.C.
13 de octubre
Nació en Trino-Vercellese (Montferrato). Fue
Terciaria dominica tomando como modelo a santa Catalina de Siena. En un
principio sus obras de caridad fueron, sobre todo, para los
niños, pero su profundidad espiritual, en las catequesis que
impartía, hicieron que la pequeña ciudad de Trino se
convirtiera en lugar de peregrinación de los sacerdotes y gentes
que buscaban un consejo espiritual. Intentó las reformas de las
costumbres y como Savonarola, fue profeta de las desgracias que iban a
suceder en Italia.
Gracias a los esfuerzos de la beata, los dominicos
empezaron, a practicar más estrictamente la observancia. El
año de 1490, la beata Sebastián Maggi fue de Milán
a Vercellese para ratificar ese movimiento de reforma. Por entonces,
los dominicos estaban envueltos en un pleito con uno de los miembros
del consejo de Milán. El consejero abusó tanto de su
poder, que fue excomulgado por Roma. En la terrible confusión
que produjo esa sentencia, un joven abofeteó públicamente
a Magdalena, la cual le presentó la otra mejilla, cosa que no
hizo sino enfurecer más al agresor. Los habitantes de Vercellese
vieron una especie de señal del cielo en el hecho de que el
violento joven, que se llamaba Bartolomé Perduto, murió
trágicamente un año más tarde, y el consejero de
Milán falleció también a consecuencia de una
terrible enfermedad. La beata lloró esas muertes sinceramente.
Según parece, Magdalena profetizó las calamidades e
invasiones que iban a abatirse sobre el norte de Italia en el siglo
XVI. Los habitantes de Vercellese, que inexplicablemente no sufrieron
daño alguno, atribuyeron a la intercesión de la beata ese
favor. Sin embargo, en 1639, la población fue cañoneada
por los españoles y los napolitanos, y las reliquias de
Magdalena fueron destruidas.
Cuando Magdalena comprendió que se aproximaba el
momento de su muerte, mandó llamar a todas las terciarias, a las
que se unieron muchas otras personas, y les prometió orar por
ellas en el cielo, diciendo: "No podría ser feliz en el cielo,
si vosotras no estuviérais ahí." La beata entregó
apaciblemente el alma a Dios, en tanto que los presentes entonaban el
Salmo 30. El Papa León XII confirmó el culto como beata
el 26 de septiembre de 1827.