LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Hasta el año 180 d.C.



   Mucho tiempo antes de que la Iglesia fuera fundada por Nuestro Señor Jesucristo, Dios escogió al pueblo de Israel para hacer con él una alianza de amor. Lo condujo desde Egipto, donde los israelitas vivían cautivos, a través del desierto, y le dio la tierra que le había prometido para que vivieran ahí y esperaran al Mesías.

   En ese tiempo la patria de los israelitas se encontraba sometida al dominio del Imperio Romano. Pero los israelitas recordaban muy bien que Dios les había prometido un Mesías que los salvaría. El emperador romano había impuesto en cada provincia un gobernador para asegurar el orden y la fidelidad a Roma. En todas las ciudades y pueblitos  había soldados romanos que exigían el pago de impuestos. El pueblo se sentía muy mal: consideraba que sus conquistadores lo despreciaban y oprimían. Pero muchos confiaban en que había llegado ya el momento de la llegada de su Salvador, el Mesías. Sin embargo, no habían comprendido bien la clase de Mesías que Dios iba a enviarles: no sería ni un líder político, ni un jefe militar, que los librara del dominio de los romanos. La misión del Mesías era mucho más importante...Por esas ideas equivcadas, nunca se imaginaron los judíos que el Mesías viviría la mayor parte de su vida en el pueblito de Nazareth, donde la gente trabajaba en cosas muy humildes; donde los días de plaza se compraban y vendían productos necesarios para vivir....Ningún habitante de Nazareth sospechaba que aquella jovencita, María, a quien encontraban en la fuente del pueblo o en el mercado, era la persona más importante del mundo. María, tan insignificante, había sido escogida por Dios para ser la Madre del Mesías.

   Al llegar la plenitud del tiempo, Dios envió un ángel a Nazareth para preguntarle a aquella jovencita, María, si aceptaba ser la Madre del Salvador, quien sería su hijo, no por intervención de un hombre, sino por el poder divino. María dijo que sí, y en esta forma comenzó a realizarse el hecho más importante en la historia de amor entre Dios y los hombres. María y José estaban ya comprometidos para casarse. El ángel explicó a José que el niño que esperaba María no lo había tenido por intervención de ningún hombre, sino por la intervención del Espíritu Santo. Los dos jóvenes se unieron en matrimonio y José aceptó la misión de cuidar a María y a su hijito, desde ese momento, antes de nacer.

   María amaba a Dios con todo su corazón y estaba dispuesta a obedecer inmediatamente su voluntad. Cuando aquel joven se presentó ante ella y la saludó, diciéndole: "Yo te saludo, llena de gracia. El Señor está contigo", María se asustó, pues no comprendió el sentido de aquellas palabras. El ángel la tranquilizó y le dijo que le traía un mensaje de Dios: "El Señor había determinado que ella tuviera un hijo, que sería el Hijo del Altísimo. María no se explicaba como ella, que había prometido ser siempre virgen, podía tener un hijo. El mensajero le explicó que aquel hijo no sería de ningún hombre, sino el Hijo de Dios, porque para Dios no nada imposible...Después de unos instantes de profundo silencio, María cruzó las manos sobre su pecho y le respondió al ángel Gabriel: "Yo soy la esclava del Señor. Que se cumpla en mí todo lo que me has dicho". El ángel se retiró y el Hijo de Dios se hizo niño en María.

   Cuando José, el primetido de María, se dio cuenta de que ella estaba esperando un hijo, se quedó desconcertado. No la condenó, pero no se explicaba aquello. José era justo y bondadoso, pero eso no lo sacaba de dudas. Se durmió y el ángel le avisó: "l niño que esèra María lo ha concebido por intervención del Espíritu Santo"...Entonces José tomó a María por esposa y formaron un hogar.

   Cuando a la Santísima Virgen le faltaban unos cuantos días para tener a su hijo, la sagrada familia tuvo que emprender el viaje hacia Belén, para cumplir las órdenes del emperador romano. José y María no encontraron dónde pasar la noche y se refugiaron en una cueva destinada para el ganado. Allí nació Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios. Unos sabios orientales, "los Magos", guiados por una estrella desconocida y maravillosa, llegaron donde estaban José y María, con el niño, y lo adoraron.

   Por órdenes del emperador romano, todos los judíos tuvieron que presentarse en su lugar de origen para levantar un censo. La familia de José era de Belén. En esta pequeña ciudad no hubo lugar para ellos y encontraron finalmente un refugio en la afueras de Belén. La madre de Dios dio a luz a su hijito. Ella y José lo arroparon bien y así, bien cobijadito, lo colocaron en su primera cuna, que era la paja destinada para alimento de los animales.

   Cerca de ahí unos pastores pasaban la noche cuidando sus rebaños. Un ángel les anunció la gran noticia: El Mesías ha nacido y lo encontrarán en un pesebre, envuelto en pañales. Corrieron hacia Belén y encontraron todo como el ángel se lo había dicho. José y María estaban admirados de todo aquello. Y María, profundamente emocionada y conmovida, guardaba en su corazón todos los detalles de aquella noche santa.

   Para casi todas las personas de entonces, aquel niño, con aquellos padres, pasó inadvertido. Estuvieron muy cerca del Mesías, pero no lo reconocieron. En cambio, unos sabios orientales, que estudiaban las estrellas y sus cambios, asombrados por la aparición de una estrella extraordinaria, realizaron un largo viaje, hasta que en Jerusalén les indicaron que prosiguieran hacia Belén, donde encontraroon al "Rey de los Judíos", y cuya estrella habían visto. Llegaron a Belén, adoraron al niño y le hicieron regalos.

   A los treinta años Jesús le dijo adiós a su madre e inició su misión. Como primer paso, se hizo bautizar por Juan el Bautista, quien predicaba la necesidad de prepararse para la inminente llegada del Mesías. A continuación, Jesús llamó a unos pescadores galileos, para convertirlos en sus amigos y apóstoles. Con ellos recorrió Palestina de pueblo en pueblo y predicó el comienzo de una nueva época para todos los hombres. En presencia de ellos hizo muchos milagros.

   Casi nada sabemos de la infancia, adolescencia y juventud de Jesús. Aproximadamente a los treinta años le dijo adiós a su Madre Santísima, para iniciar su misión. Jesús, por su parte, no tenía ninguna necesidad del bautismo de Juan, pero quiso hacerse bautizar por él precisamente para darle valor a la predicación y actitud del Bautista, y, en último término, porque así lo había dispuesto el Padre.

   Jesús conoció primero a Andrés y a Juan; luego, a Simón (Pedro) y a Santiago. Después a Natanael. Todos ellos eran pecadores en el lago de Tiberiades. Un día Jesús los encontró remendando sus redes y los llamó formalmente. Ellos dejaron redes y barcas. Jesús los llamó por su nombre, tal como eran, para que vivieran con él y formaran la primera comunidad de amigos de Jesús. Dios envió a su Hijo a llamarnos a cada uno por nuestro nombre.

   Aconmpañado pos sus apóstoles, Jesús recorrió los pueblos de Palestina enseñando el Reino de Dios, al que absolutamente todos estaban llamados. Pero Jesús demostró un carió especial a los pecadores, a los débiles y a los enfermos. Su buena noticia o Evangelio significaba que Dios amaba a todos. Por eso la gente corría a escuchar a Jesús, quien les advertía que había que amar a Dios con todo el corazón y que había que amar a todos, aún a los enemigos. Jesús confirmaba lo que predicaba y lo que él era con muchos milagros: curó a los ciegos, a los sordos, a los paralíticos y recusitó varios muertos. El había venido a hacer el bien.

   Jesús sabía perfectamente que el día de su muerte se acercaba. Era el Jueves Santo y organizó una cena con sus apóstoles, durante la cual nos dejó para siempre la señal más grande su amor, la Eucaristía. Y tall como él lo había previsto, fue injustamente condenado a muerte y derramó su sangre por todos, para librarbnos de nuestros pecados y hacernos verdaderos hijos de su Padre. El Viernes Santo del año 33 murió en la Cruz. En ese instante el cielo se oscureció y la tierra tembló.

   Cuando estaban sentados a la mesa, Jesús tomó un pan y les dijo a sus apóstoles: "Este es mi Cuerpo". Y tomando el cáliz, les dijo: "Esta es mi Sangre. Hagan siempre esto en recuerdo mío"...Seguramente que los apóstoles no comprendieron entonces el regalo que el Señor les estaba haciendo, de su Cuerpo y de su Sangre. Más tarde lo entenderían...Mientras tanto, los jefes religiosos del pueblo de Israel tramaban ya en forma concreta e inmediata la muerte de Jesús. Judas, que era uno de los doce apóstoles, fue a verlos para arreglar la forma de entregárselo.

   Efectivamente, cuando Jesús estaba haciendo oración con sus apóstoles en el Huerto de los Olivos, lo apresaron y se lo llevaron para juzgarlo. Durante el juicio, los testigos no llegaron a ponerse de acuerdo. Sin embargo, lo condenaron a muerte. Condujeron a Jesús ante el gobernador romano, Poncio Pilato, porque sólo él podía condenarlo. Pilato, con mucho medio y con mucha indecisión y debilidad condenó finalmente a muerte a Jesús. Los apóstoles hueron y dejaron sólo a Jesús: sólo Juan estuvo junto a su cruz. Obligaron a Jesús a cargar la Cruz, después de darle unos azotes con látigos y de clavarle en la cabeza una corona de espinas.Exhausto y perdiendo cada vez más la sangre que le quedaba, Jesús fue conducido a un promontorio llamado Calvario. Lo clavaron en la Cruz como a las 12 del mediodía. Y estando así crucificado, todavía consoló a uno de los bandidos crucificados junto a él, a su Madre y a Juan, "el discípulo amado". Y encomendó su alma en manos de su Padre. Murió como a las 3 de la tarde...Unos piadosos discípulos lo desclavaron de la Cruz, lo envolvieron en una sábana y lo depositaron en un sepulcro.

   Jesús había predicho no sólo su muerte, sino también su resurrección. Así pues, tres días después de su muerte se cumplió lo que el Señor había anunciado: el domingo por la mañana Jñes´ñus revivió como primicia de todos los muertos. Esta es la fiesta de la Pascua.

   Jesús resucitado se apareció a sus amigos: a María Magdalena, a los apóstoles, a dos de ellos que iban caminando hacia la aldea de Emaús. Quería que todos ellos fueran testigos de su resurrección. Comió pescado con ellos ñy estableció a Pedro como supremo pastor de las ovejas. Cuarenta días después, Jesús subió al cielo y les encargó a sus discípulos que esperaban juntos en Jerusalén la llegada del Espíritu Santo, que Él les iba a enviar. Los Apóstoles, junto con la Santísima Virgen, re reunieron para orar. Todavía tenían mucho miedo. Diez días después de la Ascensíón del Señor, el Espíritu Santo descendió sobre ellos en forma de lenguas de fuego. Entonces, llenos del Espíritu Santo, anunciaron a todos la salvación conquistada por Jesús.

   Las piadosas mujeres y algunos Apóstoles fueron a ver lo que había pasado en el sepulcro de Jesús: ¡lo encontraron vacío!...Ese mismo día domingo, el Señor se les apareció vivo y resplandeciente. Les enseñó sus manos y sus pies, les dijo que lo tocaran para que comprendieran que no era un fantasma. Les aseguró: "¡Soy yo mismo! Yo mismo les dije que después de morir, resucitaría. Así estaba escrito. ¡Que la paz esté con ustedes!. Los Apóstoles sintieron un gran consuelo de ver al Maestro resucitado.

   La ternura del amor de Jesús a María Magdalena fue infinita: la llamó por su nombre, "¡María" y ella abrazó sus pies, exclamando entre sollozos; "Maestro mío"...Otro día, Jesús se apareció a algunos Apóstoles, que pescaban en el lago. Almorzó con ellos y entonces nombró a Pedro como supremo pastor de la Iglesia....Unas semanas después, Jesús subió glorioso al Cielo. Sus amigos tendrían que aguardar la venida del Espíritu Santo en Jerusalén. Estaban todos ellos reunidos junto con María, la Madre del Señor, cuando escucharon el reuido de una tempestad de viento y apareció el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre cada uno. Ellos, temerosos todavía unos momentos antes, quedaron llenos del Espíritu Santo y convertidos en valientes testigos de la misión de Jesús, que es el Evangelio.

   Los Apóstoles se dedicaron a predicar el mensaje de Jesús en Jerusalén. También ellos, como el Maestro, hicieron milagros. Un día, Pedro y Juan iban a entrar en el templo para orar, y encontraron  en la puerta un paralítico, tirado en el suelo, que les pidió una limosna. Pedro le dijo: "Yo no tengo dinero, pero te voy a dar lo que sí tengo. En el nombre de Jesús, levántate y camina"...La gente que vió el prodigio, quedó llena de admiración y espanto. Pedro les explicó que Jesús, muerto y resucitado, era quien había realizado aquella curazión. Entonces muchos creyeron en el Evangelio. Pero los jefes religiosos encarcelaron a Pedro y a Juan, porque no querían que hablaran de Jesús.

   Estos jefes religiosos del pueblo judío formaban una asamblea, que se llamaba el "Sanedrín". El Sanedrñin, compuesto por sacerdotes, "escribas" y ciudadano ricos, decidía los asuntos importantes en materia de religión y cumplimiento de la ley. "Los escribas" se encargaban de predicar la ley y de interpretarla, como si fuera dominio exclusivo de ellos.

   Así, pues, el Sanedrín se reunió para juzgar a Pedro y a Juan. Les preguntaron: "¿Quién les ha dado poder para realizar milagros?" Respondió Pedro: "Aquel hombre a quien ustedes crucificaron y que ha resucitado, Jesús de Nazareth, es quien ha curado al paralítico. Y ustedes también, si quieren convertirse, conseguirán la salvación". Pero los sacerdotes, muy enojados, les ordenaron que ya no siguieran hablando de Jesús. Pedro les contestó: "Primero hay que obedecer a Dios y después a los hombres. Nosotros no podemos dejar de anunciar la verdad que hemos visto, oído y creído". Los miembros del Sanedrín, desesperados, pusieron en libertad a Juan y a Pedro.

   También la Iglesia cristiana de Jerusalén, habñia ido tomando forma. Junto a Pedro, cabeza de toda la Iglesia, se encontraban todos los Apóstoles. Eran los primeros pastores, testigos de toda la actividad de Jesús y los que dirigían las ceremonios religiosas ( como el bautismo y la confirmación ). Eran la autoridad de la Iglesia primitiva. Existían tambien "los presbíteros" o ancianos, que gozaban de mucha autoridad. Finalmente, "los diáconos", encargados del servicio a la comunidad.

   Hasta ese momento, el Evangelio había sido anunciado solamente a los judíos, aunque ante Dios ya no existía distinción entre judíos y paganos. El mismo Jesús iba a hacer comprender al jefe de la Iglesia, Pedro, mediante una visión, que ya no existía diferencia entre judíos y no judíos. Pedro vio toda clase de animales y de carnes para ser comidas y escuchó una voz que le dijo: "Mata uno de esos animales y cómetelo". Después de un titubeo, Pedro comprendió que las disposiciones de la ley judía ya no tenían vigencia. Unos momentos después lo invitaron a la casa de Cornelio, y Pedro fue a visitarlo. Reunió a toda la familia del oficial, les habló de Jesús. Vino el Espíritu Santo sobre todos ellos y Pedro los bautizó.

   Poco tiempo antes de este suceso, Felipe, diácono, se había encontrado con un ministro de la reina de Etiopía, muy bien dispuesto, al que le había explicado las profecías. El ministro le había dicho que él creía todo aquello y que, por favor, lo bautizara. Felipe lo había bautizado, aunque aquel personaje era pagano...

   Sin embargo, el Señor quiso que la inicativa oficial de predicar el Evangelio a los paganos procediera de Pedro, el supremo pastor de la Iglesia. El oficial del ejército romano, Cornelio, era un hombre piadoso, y Dios quiso escuchar sus oraciones. Un día, como a las 3 de la tarde, mientras oraba, un ángel se le apareció y le dijo que Dios quería recompensarlo revelándole las verdades cristianas; que hiciera venir a un hombre llamado Simón Pedro. Pedro, por su parte, estando en oración al día siguiente, tuvo una visión: vio un gran gran mantel que bajaba del cielo con toda clase de alimentos y animales. Pedro se quedó azorado al ver aquello, y más, cuando oyó que alguien le decía: "Mata uno de esos animales y come" (muchos de aquellos animales no podían comerse, según la ley judia). Aquella voz se repitió por tres veces con la siguiente conclusión: "Aquello que Dios ha purificado, no lo consideres tú impuro". Y precisamente en aquel momento llegaron los enviados del oficial Cornelio, para invitarlo a su casa. Pedro comprendió la lección: hay que predicar el Evangelio a judíos y paganos, sin distinción. Predicó el Evangelio a la familia de Cornelio, y todos sus miembros recibieron al Espíritu Santo y fueron bautizados.

   Vamos a conocer ahora a un futuro discípulo de Jesús, Saulo de Tarso, de origen judío, llamado después Pablo. De joven estudió con uno de los rabinos más famosos de su tiempo, Gamaliel. Odiaba a los cristianos y los perseguía. Presenció el martirio de San Esteban y aprobó la conducta de aquellos que lo apedrearon. Pero, un día, yendo de camino hacia Damasco, donde iba a encarcelar a los cristianos, una luz muy brillante lo derribó y lo dejó ciego. Entonces escuchó su voz que le dijo: "Saulo, Saulo, yo soy Jesús a quien tú andas persiguiendo...Levántate, entra en Damasco y ahí te van a decir lo que tienes que hacer".

   Pablo, con su pensamiento y con su actividad, contribuyó definitivamente al progreso de la comunidad cristiana. Era judío de nacimiento, pero tenía además la ciudadanía romana. Estudió en Jerusalén la ley judía. Era un fariseo observante y aborrecía esa "secta" recientemente aparecida, de los seguidores de Jesús, y pretendió encarcelar a los cristianos de Damasco. Pero en el camino lo esperaba el Señor, que lo derribó y le preguntó: "Saulo, ¿por qué  me andas persiguiendo?"...En Damasco, Ananías, discípulo de la comunidad, instruyó a Saulo, y éste fue bautizado. Casi de inmediato Pablo (Saulo) empezó a predicar el Evangelio a los judíos, que no encontraban forma de ganarle en las discusiones. Estaban verdaderamente admirados de aquel hombre, que antes había perseguido a los cristianos con tanto furor, predicara después el Evangelio con tanto convencimiento. Decidieron matarlo, pero Pablo logró escapar en Damasco y se dirigió a Jerusalén. Bernabé lo presentó a Pedro y a los demás Apóstoles y les explicó cómo Pablo, que antes había sido perseguidor de los cristianos, se había convertido en ferviente cristiano y predicador del Evangelio. Para demostrar esto, Pablo predicó a los judíos en Jerusalén. También ahí quisieron matarlo, pero Pablo, con ayuda de los cristianos, salió de Jerusalén y se dirigió a Tarso. Entonces Bernabé lo fue a buscar y lo invitó a predicar el Evangelio en Antioquía. Durante un año Pablo y Bernabé predicaron, pero un día el Espíritu Santo hizo comprender a Pablo que estaba destinado a llevar el Evangelio a otras tierras y a otras personas: ésta es la misión de Pablo, anunciar el Evangelio a los paganos. Desde entonces el antiguo Saulo, ahora Pablo, consagró su vida a esta misión.

   Pablo viajó continuamente por Asia Menor (Turquía) y por Grecia; fundó nuevas comunidades cristianas y predicó el Evangelio a los paganos. En Atenas explicó a sus habitantes que el único Dios verdadero era Jesús, que murió y resucitó. Los atenienses se rieron de él. En Éfeso su predicación irrritó a los comerciantes del templo de la diosa Diana. En Corinto procuró que no hubiera divisiones entre los cristianos. Fue conducido a Roma para que ahí lo juzgaran, porque era ciudadano romano. Allí, en la capital del imperio romano, le dieron libertad para relacionarse con la comunidad y predicar. Allí se encontraba, también prisionero, Pedro, principal autoridad de toda la comunidad cristiana. Finalmente, Pedro y Pablo sufrieron el martirio.

   Los atenienses querían escuchat novedades. Seguían con interés el discurso de Pablo. Pero cuando éste mencionó la "resurrección", lo interrumpieron y pensaron que estaba loco...Pablo vivió tres años en Éfeso. En este próspero puerto del Mediterráneo se veneraba a la diosa Diana. Su culto fomentaba el comercio con lo religioso (estatuillas de la diosa, reproducciones del templo de Diana) y la degeneración moral. La predicación de Pablo hizo que muchos se convitieran al cristianismo, con lo cual todos los negocios del templo vieron reducidas sus ganancias. Un grupo de vendedores quiso asesinar a Pablo, pero éste logró escapar...Corinto era un perto griego con 500,000 habitantes, provenientes de todos los países. De esta gente, la mayor parte vivía pobremente, dedicada a los duros trabajos portuarios. A estos hombres y mujeres toscos predicó Pablo la concordia, la unidad y la generosidad con personas más necesitadas que ellos. Los estimuló a hacer una colecta para aliviar las carencias de los cristianos de Jerusalén. Él mismo, con un compañero, entregó en Jerusalén el producto de aquella colecta. Pero ahí lo esperaban sus enemigos judíos, que lo entregaron a las autoridades romanas. Pablo alegó su calidad de ciudadano romano y fue trasladado a Roma, en donde quedó prisionero durante muchos meses. Finalmente, el año 64, durante la persecución del emperador Nerón, junto con Pedro, fue martirizado. Las cartas que escribió San Pablo a diversas comunidades cristianas son un tesoro evangélico de fe, esperanza y amor.

   Allá por el año 90 ya habían muerto todos los Apóstoles, excepto uno. El único que vivía era Juan, el más joven de ellos. Residía en Éfeso, desde donde no cesaba de transmitir las enseñanzas del Maestro: "Ámense los unos a los otros". Si observan este mandamiento, con eso basta".

   Juan enseñó en Éfeso la necesidad de eliminar discordias en la comunidad cristiana. Les repetía continamente a los cristianos: "Ämense los unos a los otros". Como todos los Apóstoles habían muerto ya, muchos cristianos iban a ver y a escuchar al último Apóstol, que desde muy joven había acompañado al Señor Jesús. Muchos le pidieron que escribiera sus recuerdos acerca del Señor. Así pues, Juan Escribió "el cuarto Evangelio" (los tres anteriores son de Mateo, Marcos y Lucas). Con una enorme originalidad y profundidas, Juan escribió en su Evangelio que Jesús era el Hijo de Dios, igual a Dios desde toda la eternidad. Juan dio testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. Cada capítulo del Evangelio de Juan es un monumento a la verdad y a la infinita riqueza de Jesús, Dios-Hombre. En sus páginas vemos, oímos y palpamos al Señor, luz, camino, verdad y vida.

   Durante la persecución del emperador Domiciano, Juan, ya muy anciano, fue desterrado a la isla de Patmos, cerca de Éfeso. En la tranquilidad de su destierro, Juan se planteó una pregunta fundamental: ¿Será derrotada la Iglesia por las violentas persecuciones? El Apóstol tuvo una serie de revelaciones acerca de este asunto, que aseguraban que la Iglesia no sería derrotada, porque Cristo, vencedor del mal, estaría siempre con ella y con cada uno de sus fieles, aunque fueran cruelmente perseguidos. Juan escribió lo que se le había revelado en el Apocalipsis (Revelación). En el centro de esas revelaciones aparace una mujer, la Iglesia, que vence al dragón o fuerzas del mal. "El discípulo amado" murió en Éfeso, hacia el año 100.

   Entre los "Padres apostólicos" (Padres de la Iglesia, que estuvieron en íntimo contacto con los Apóstoles), la figura principal es Ignacio, Obispo de Antioquía (Siria). El presidía las celebraciones eucarísticas y predicaba valerosamente el Evangelio. Finalmente, confirmó con el testimonio de su muerte lo que había predicado durante su vida.

   Desde el tiempo de los Apóstoles, Antioquía se había convertido en un centro de propagación del Cristianismo. Su Obispo, Ignacio, se hallaba en plena actividad hacia el año 100. Siguiendo la tradición apostólica, Ignacio ordenó como sacerdotes y como diáconos a un buen número de cristianos, para que colaboraran con él y atendieran a los fieles. El Obispo Ignacio presidía la celebración eucarística, rodeado de sus sacerdotes y sus diáconos. Ignacio no se cansaba de predicar la unidad a los cristianos de su comunidad. Insistía en que habían de permanecer unidos a Cristo, mediante su unión con la Iglesia y con el Obispo. Para estar unidos a Cristo, los cristianos habían de estar unidos también con Pedro, los apóstoles y el Obispo. En esta forma, los cristianos estarían unidos entre sí.

   El prestigio de Ignacio se extendió a toda el Asia Menor (Turquía) y hasta la misma Roma. Entonces los paganos denunciaron a Ignacio, quien fue condenado a muerte, pero la sentencia debía ejecutarse en Roma. Durante un penoso viaje Ignacio tuvo oportunidad de conocer y confortar a muchos cristianos y a varias comunidades. Se encontró con Policarpo, otra gran figura de la Iglesia. Escribió a varias comunidades unas cartas conmovedoras. "Es hermoso ser como el sol en su ocaso acercándose a Dios. Tengo miedo de que el cariño que ustedes me tienen me perjudique. No me quiten esta ocasión de alcanzar a Dios. Como el grano es triturado para fabricar el pan, así deseo yo ser sacrificado entre los colmillos de las fieras para convertirme en hostia agradable a Dios"...Finalmente fue martirizado en Roma, en el año 117.

   Algunos sabios y sensatos se convirtieron al Cristianismo y se dedicaron a defender la fe en Jesús. Entre esos sabios que escuchaban a un anciano a la orilla del mar, se encontraba Justino, joven y brillanye estudiante de filosofía. Justino fundó en Roma una escuela que llegó a ser famosa.  Enseñó las verdades cristianas, relacionándolas con el pensamiento de los filósofos contemporáneos. En esta forma, el cristianismo podía ser entendido más fácilmente.

   Justino poseía una mente anierta y buscaba sinceramente la verdad. No estaba satisfecho de muchas cosas que le enseñaban, ni aceptaba las calumnias con que se desprestigiaba a los cristianos. Pensaba: "No es posible que lleven una vida de malvados, aquellos que se quieren tanto; ni pueden ser tan insensatos los que se enfrentan a la muerte con tanta serenidad y valor"....Un día, Justino, se paseaba  por la playa y se encontró con un misterioso anciano , que le explicó cómo los que decían la verdad no eran los filósofos, sinos los profetas y Jesús. Desde aquel momento, Justino, buscando sinceramente la verdad, por medio de la oración y la confianza comenzó a acercarse a Jesucristo, hasta que finalmente aceptó la fe en el Señor. Se dedicó a defender la doctrina cristiana, de palabra y por escrito. En Roma fundó una escuela, que en poco tiempo se hizo famosa. Afirmó que la verdad cristiana podía ser conocida muy bien desde el punto de vista de los filósofos griegos. El éxito de Justino fue enorme y esto provo´co la envidia de muchos filósofos paganos, que lo denunciaron y consiguieron que fuera condenado a muerte.

   Por otra parte, la Iglesia tuvo que soportar no sólo las persecuciones de los paganos, sino los problemas que causaban algunos cristianos que se consideraban muy inteligentes. Estos cristianos, que se daban a sí mismos el nombre de "sabios", predicaban enseñanzas falsas, inventadas por ellos mismos. El más conocido de ellos fue Marción, comerciante muy rico, que quiso aprovecharse de sus riquezas para escalar importantes puestos en la comunidad romana y desde ahí difundir sus ideas. Justino y el Obispo de Roma combatieron a Marción, y los fieles que lo habían conseguido, volvieron a la Iglesia. Justino murió mártir el año 165.

   Ireneo Obispo de Lyon (Francia), fue enviado a Roma con un mensaje para el Papa, relacionado con los herejes. De regreso en Galia (Francia), se ocupó de la cristianizazión de los pueblos celtas. Desde Esmirna (en el Asia Menor=Turquía) Ireneo viajó hasta Lyon, donde se estableció. Como presbitero, ayudó al Obispo, muy anciano. Fue elegido y consagrado Obispo y dirigió la comunidad con gran acierto. Era muy inteligente y defendió la fe contra los errores que aparecían en la comunidad cristiana. Conoció bien la Sagrada Escritura y comprendió que, para poder juzgar, debía tener en cuenta la vida de la Iglesia desde sus orígenes hasta la actualidad, es decir, debía contar con la tradición de la Iglesia.

   Allí, en su diócesis de Lyon, Ireneo fue un Obispo misionero. Quiso ocuparse de los campesinos. En Lyon, como en el resto del Imperio romano, las ciudades eran centros militares y administrativos, mientras los nativos quedaban generalmente en el campo. En esta región vivían los celtas. La lengua de los celtas era muy difícil, y, a pesar de ello, Ireneo procuró inducirlos a que abrazaran la religión cristiana.

   Por entonces intervino también Ireneo en un problema que por aquél tiempo se discutía mucho: los cristianos, después del bautismo, debían evitar todo pecado. Entonces, un cristiano que pecaba después del bautismo ¿podía salvarse?...Ireneo era riguroso, pero afirmó claramente que Dios concede la salvación a todo pecador que se arrepiente.

   Cuando los cristianos se dieron cuenta de que en la comunidades cristianas circulaban ideas equivocadas sobre Jesús y sobre la fe, tuvieron mucho cuidado de recoger los documentos en que se apoyaba la fe cristiana. Y, después de una larga reflexión, se determinó la lista oficial de los escritos sagrados.

   Llegamos a un momento muy importante en la vida de la joven Iglesia. Los cristianos habían tenido que superar persecuciones extremas y divisiones internas. Los herejes predicaban doctrinas que no correspondían al testimonio que sobre Jesús habían transmitid los Apóstoles. Estos, tal como se lo había mandado el Señor, habían predicado el Evangelio: contaban la vida del Señor, imitaban su vida y ayudaban a las primitivas comunidades a vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús. Algunos Apóstoles, Mateo y Juan, y algunos discípulos, Marcos y Lucas, habían escrito, inspirados por el Espíritu Santo, el mensaje de Jesús (El Evangelio). Al morir el último Apóstol, Juan, había muchas comunidades que habían estado en contacto con los Apóstoles y habían aprendido de ellos en qué consistía la auténtica vida cristiana. Cuando surgieron ideas equivocadas, los cristianos buscaron todos los recuerdos escritos  hablados. Se pusieron en contacto con aquellas personas que habían conocido personalmente a los Apóstoles. En esta forma pudieron determinar la lista oficial de los libros de la Sagrada Escritura. Así pues, en este periodo se confirma la gran importancia que tienen en la vida cristiana la Sagrada Escritura y la Tradición.

   Esta consolidación interna en cuanto a "las fuentes de la revelación" (la Sagrada Escritura y la Tradición) era muy importante en esta época, pues el cristianismo se había extendido prácticamente a lo largo de todo el mar Mediterráneo: Antioquía (Siria), Alejandría (Egipto), Éfeso (Asia Menor=Turquía), Corinto (Grecia) y, sobre todo, Roma, que era reconocida como la comunidad cristiana más importante. Finalmente, también en África, la comunidad de Cartago.

Página Principal
(Pbro. José Manuel Silva Moreno)