Nació en Myeoncheon, en el distrito
de Chungcheong, en la actual Corea del Sur. Cuando todavía
vivía en su ciudad natal, escuchó, por vez primera, una
predicación sobre la religión cristiana, pero no fue
hasta que se trasladó a Seúl, cuando comenzó a
estudiar el catecismo que se lo enseñaba el catequista el beato
Sabas Ji Hwang. Cuando regresó, de nuevo a su pueblo natal, se
dedicó por entero a la oración y al anuncio del Evangelio
entre sus familiares y vecinos.
Al arreciar la persecución contra los
cristianos en Sinhae en el 1791, Lorenzo, visitó en
prisión a los cristianos arrestados. Un día como
protestara ante el oficial jefe por el maltrato que se infligía
a los presos, fue arrestado. Fue enviado primero a Haemi y
después a Hongju, pero nunca perdió la fe y el
ánimo. Un mes más tarde fue liberado, y esto no fue
óbice para que dejara la predicación y el trato con otros
dos creyentes: los beatos Jacobo Won Si-bo y Francisco Bang.
En 1797, cuando comenzó la
persecución Jeongsa, se ordenó su arresto. Cuando supo
que lo buscaban huyó, pero luego se entregó cuando le
dijeron que habían detenido a su padre en su lugar. Durante los
interrogatorios confesó con firmeza su fe y para doblegarlo, fue
torturado sin éxito. Después de varios meses de dura
prisión fue trasladado a Hongju, donde sufrió crueles
torturas, fue golpeado cruelmente, azotado, encerrado en en agujero
fangoso donde permaneció desnudo expuesto al frío y a la
lluvia. Durante ocho días se le negó el agua, fue
golpeado con saña más de 1.400 veces. A su madre puedo
escribirle: “Hace dos meses que estoy detenido, he reflexionado sobre
como ganarme la gracia de Dios. En un sueño he visto la cruz de
Jesús que me decía: Sigue la cruz. Esta revelación
es débil, pero no la olvidaré jamás”.
Sus carceleros pensando que estaba
muerto, lo desnudaron y lo abandonaron fuera de la prisión, pero
no murió. De nuevo en la cárcel, les dijo a los guardias:
“No moriré de hambre o por las palizas, pero moriré si me
ahorcáis”. Cuando algunos fieles fueron a visitarlo los
días siguientes, observaron que sus heridas y cicatrices
habían desaparecido milagrosamente. Los guardias, creyendo que
aquello era magia, cogieron una cuerda y lo ahorcaron. Tenía 30
años. Fue beatificado por el papa Francisco el 16 de agosto de
2014.