BEATO JULIÁN DE
SAN AGUSTÍN
8 de abril
1606 d.C.
Nació en Medinaceli, Soria y se llamaba Julián
Martínez o Martinete. Ingresó en el convento franciscano
de La Salceda, y por su rigorismo ascético, se le
consideró trastornado y por ello fue rechazado dos veces por los
franciscanos, hasta que consiguió ingresar como hermano lego en
Santorcaz.
Acompañó a los predicadores franciscanos en
sus misiones, como fraile limosnero en los conventos donde
vivió: La Salceda, Ocaña y Santa María de
Jesús en Alcalá de Henares; tocaba la campana por los
caminos para llamar a la gente para que escuchasen los sermones. Fue
dotado de dones taumatúrgicos, del don de profecía y de
la ciencia infusa. Atendía a los pobres y enfermos; exhortaba a
los ricos a ayudar a los pobres, fue muy popular y adquirió fama
de santidad por su sencillez, obediencia, humildad y sobre todo un gran
espíritu de oración. Lope de Vega escribió sobre
él en “El saber por no saber” y “Vida de San Julián de
Alcalá de Henares”.
Su fama se extendió rápidamente, y la reina Margarita,
madre de Felipe IV, manifestó el deseo de conocerle. Muy contra
su voluntad, Julián tuvo que obedecer a sus superiores e ir a la
corte; pero estaba tan intimidado, que no pudo pronunciar una sola
palabra.
En 1606, le sobrecogió una grave enfermedad a dos
leguas de Alcalá de Henares; rehusándose a admitir que le
transportasen en un carruaje, el beato se arrastró hasta el
convento de San Diego, donde murió. El pueblo empezó
inmediatamente a venerarle como santo, pero no fue oficialmente
beatificado sino hasta el 23 de mayo de 1825 por León XII.