BEATO JULIÁN AGUILAR MARTÍN
1936 d.C.
29 de julio



 Julián vino al mundo d día 24 de noviembre de 1912 en Berge, provincia de Teruel y, por entonces, diócesis de Zaragoza; más tarde, pasó a pertenecer a la de Teruel. Tres días después de nacer, Julián recibió las aguas del sacramento del bautismo en su pueblo natal, en la iglesia parroquial de San Pedro, mártir.

   Sus padres, Julián y Antonia, eran personas piadosos. Su padre era jefe o presidente de una asociación religiosa de carácter franciscano. De su madre, que era una verdadera santa. Lo cierto es que procuraron dar a sus cinco hijos una profunda educación cristiana y, al mismo tiempo y dentro de sus posibilidades, proporcionarles una sólida instrucción, y profana.

   Las raíces históricas de los asentamientos de Berge, ente conocida como Villanueva de Berge, remiten a los tiempos prehistóricos. Pertenece al partido judicial de Castellote, aunque la administración territorial depende más de Alcañiz. Tiene terrenos cultivables de muy buena calidad. A principios del siglo XX, tenía unos doscientos vecinos. El caserío se repartía en dos calles importantes y empedradas: la calle Mayor, con una capilla dedicada a la Virgen del Pilar, y la calle Alta. La piedad y la cultura religiosa de sus habitantes han dejado en el pueblo, además de la parroquia, dos santuarios más: el de la Virgen de la Peña y el del Cristo de los Milagros, a cuya imagen se tributa un fervoroso culto popular.

   El H. Joaquín Aranda Salvo, marista, primo de Julián, lo recuerda como «un buen chico, con la fe de un muchacho de pueblo que cree en Dios, teme el infierno, ama el cielo y quiere sacrificarse y entregarse a los demás». Ese hermano consideró que éstas eran señales de una clara vocación religiosa, por lo que lo animó a que abrazara la vida marista. Así, a los 12 años, Julián ingresó en el seminario marista de Vic (Barcelona) y, tres años después, en el mes de septiembre de 1928, pasó a la casa de noviciado de las Avellanas (Lleida). Cuando ya saboreaba la alegría de vestir el hábito marista, un desgraciado accidente le afectó seriamente a la visión, hasta el punto de que los superiores consideraron que no podría proseguir los estudios y no lo admitieron al noviciado.

  Volvió a su familia descorazonado, intentando sobreponerse al desencanto que le produjo el no ser admitido a la toma de hábito. Durante algún tiempo, se dedicó a las tareas agrícolas en las tierras de la familia, distinguiéndose por su laboriosidad. Pero el buen trato y la cariñosa acogida que le dispensaron los suyos no lograron colmar el vacío que le había dejado el no poder ser marista. Pidió a los superiores que lo acogieran como empleado en cualquier comunidad, para poder vivir con los hermanos. Atendieron su petición y, en el año 1933, fue de cocinero al colegio de Chichón.

   Siempre cumplió con diligencia y cuidado sus obligaciones, porque él se sentía marista en su espíritu y en su corazón. Se distinguió en especial por su sencillez y por su piedad y en todo se comportó como un cristiano ejemplar. Refiriéndose al curso 1933-34, el H. Felipe Neri dice en una de sus cartas: "Somos tres profesores y el cocinero. Los cuatro somos frailes, pero de paisano. El cocinero me ayuda casi todo el día en la clase. Tenemos ciento sesenta y dos alumnos y apuntados en lista para entrar más de setenta; o sea, todos los chicos del pueblo».

El H. Felipe Neri necesitaba ayuda, porque no le faltaba el trabajo. Tenía nada menos que sesenta y dos alumnos en su aula y se encargaba, además, del coro parroquial, que cantaba en las ceremonias litúrgicas los domingos y las fiestas. El hermano encontró en Julián un ayudante providencial. Éste debió desempeñar muy bien su papel, porque los alumnos y sus padres lo consideraban como un miembro más de la comunidad y como un profesor más. En el momento supremo, quiso seguir la suerte de los hermanos y prefirió morir con ellos. y junto a ellos logró la palma del martirio el 29 de julio de 1936.

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(Parroquia San Martín de Porres)