BEATO JUAN HUGUET Y CARDONA
23 de julio
1936 d.C.



   Nació el 20 de enero de 1913 en Alaior, Menorca (España) en una familia profundamente católica. Entró en el seminario menor a la edad de once años, sobresaliendo en sus estudios y ganando fama por su piedad, amistad y sencillez. Después de estudiar en el seminario de Barcelona, fue ordenado el 6 de junio de 1936 en la ciudad condal por Monseñor Irurita, que después moriría mártir también él.

   De vuelta en la isla, fue asignado a la parroquia menorquina de Ferrerías, cantó su primera Misa solemne el día 21 de junio de 1936, que aquel año fue la fiesta del Sagrado Corazón, y en dicha Misa el predicador ya le anunció que estuviese preparado para el martirio, pues el ambiente lo hacía presagiar ya desde hacía muchos meses…En las pocas semanas que el joven cura -tenía solamente 24 años- estuvo en aquella parroquia se ganó el cariño de todos. La gente suele mirar con gran benevolencia a los curitas jóvenes, y él era humilde y trabajador, muy alegre, por lo que en seguida le quisieron.

   Pero tardó poco en estallar la guerra civil y el ambiente anticlerical se convirtió, en ciertos círculos, en verdadero odio, que solo en Menorca se llevó por delante a varias decenas de sacerdotes. Nadie le delató, le querían bien, pero él, en la confusión inicial, seguía llevando su sotana y cuando llegaron los milicianos de fuera, que iban de pueblo en pueblo asesinando a los que según su caprichoso parecer creían que debían morir, arrestaron a don Juan. Era el 23 de julio de 1936, por la tarde.

   Uno de los hechos que hacen a este caso martirial extraordinario es el poder contar con testigos de cada momento de los hechos ocurridos. Y más extraordinario todavía es el haber contado entre los testigos del proceso con los padres del joven mártir. El dolor de una madre que ve morir a su hijo de modo tan bárbaro (fuera del bando que fuera) es ya de por sí inenarrable, y para una mujer de fe el despedirse de su hijo joven y saber que muere sólo por ser sacerdote, nada más que por eso, debió ser terrible, aunque la fe ayudase a sobrellevarlo.

   Y es que murió sólo por ser sacerdote, no se metía en política, ni entendía de ella, ni parece que le importase, al menos nunca habló del tema en público. No tenía enemigos, ni murió por una venganza personal, sino por lo que se consideró un crimen tan horrible: el hecho de ser sacerdote, un curita joven recién estrenado. Cuando fue arrestado no se resistió ni puso mala cara, ni intentó defenderse, lo dicen los que lo vieron. Y los mismos testigos nos han contado los hechos hasta el final, cosa rara en este tipo de episodios, ya que los asesinatos que no venían precedidos de sentencia judicial se hacían a escondidas, sin testigos.

   A don Juan le detuvieron con malas maneras y un tal brigadier Marqués le tuvo en sus manos cuando estaba arrestado. Nos cuentan los compañeros de arresto que con rudeza se le obligó a quitarse la sotana, cosa que hizo mansamente. Y al quitársela le descubrieron un objeto de devoción, llamado cuentafaltas (algo parecido a un rosario y solían llevar los religiosos, monjas o sacerdotes para contar las faltas en su nocturno examen de conciencia y que solía llevar o una cruz o una medalla). Por hacerse el gallito, el tal Marqués le conminó a que escupiese a dicho objeto, a lo que él se negó. Le dijo entonces el susodicho “O escupes o te mato”. Y cuentan los que lo vieron que en ese momento el joven sacerdote, con una tranquilidad y paz que admiraban, puso los brazos en cruz y dijo en voz alta “Viva Cristo Rey”, ante lo cual el brigadier le disparó a la cara dos veces. Moría como el conocido Beato mexicano Padre Miguel Pro, mártir de la guerra de los cristeros.

   Pero don Juan no murió en el momento, sino que quedó mal herido y se le intentó curar cuando el tal Marqués se fue, cosa que no se consiguió y poco tiempo después fallecía después de haber recibido la extremaunción. Ni una palabra negativa hacia el asesino, ni una queja, murió con paz.
 
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(Parroquia San Martín de Porres)