BEATO JUAN DE PALAFOX
Y MENDOZA
1659 d.C.
1 de octubre
Nació en Fitero (Navarra). Hijo natural del marqués de
Ariza. Los primeros años de su vida era conocido como Juan
Navarro porque Pedro y María Navarro, criados del
marqués, lo recogieron y adoptaron como hijo suyo. A los diez
años de edad, el marqués de Ariza reconoció a Juan
quien tomó los apellidos Palafox y Mendoza.
A temprana edad Don Juan mostró interés por
dedicarse a la carrera militar, pero, obedeciendo los deseos de su
padre, decidió asistir a las universidades de Salamanca y
Alcalá. Los años que pasó en la universidad fueron
buenos en el aspecto académico, pero Don Juan también se
entregó a los placeres mundanos. De él se dice que era un
caballero galante, aunque nunca traspasó los límites de
las conveniencias sociales y evitó el escándalo.
En 1626 el Ministro supremo del rey Felipe IV lo
invitó a Madrid para que ahí pudiera emplear mejor todas
sus capacidades. Tan pronto llegó a la capital española
se le dio el puesto de Fiscalía del Consejo de Guerra y poco
después la del Consejo de Indias. Después de trabajar
algún tiempo en la Corte, Don Juan de Palafox decidió
seguir la vocación eclesiástica. En 1629 el rey lo
nombró capellán y limosnero de María de Austria.
Debido a este encargo, viajó a Alemania, Italia, Francia, entre
otros países europeos.
A su regreso fue presentado como nuevo obispo de Puebla
con el título de visitador y Juez de Residencia de los virreyes.
En Puebla uno de sus mayores logros fue la conclusión de la
construcción de la catedral. En 1649, tan sólo nueve
años después de su llegada, celebró la
dedicación del santuario.
Durante su gobierno pastoral se erigió el Colegio
de San Pedro y San Pablo y logró que el rey le diera a las
nuevas instituciones el título de Real. El obispo dotó al
Colegio de San Pablo con una enorme biblioteca, hoy conocida como
Palafoxiana. De la misma forma, fundó el convento de religiosas
dominicas de Santa Inés, un colegio de niñas
huérfanas y formó las ordenanzas del hospital de San
Pedro. Fue un prelado de grandes virtudes, formador del clero. Durante
su estancia en Puebla, Don Juan de Palafox tuvo muchos problemas con
los miembros de la Compañía de Jesús. El obispo
llegó a suspender las licencias que tenían los jesuitas
para predicar, lo cual provocó un enorme escándalo en
toda la Nueva España.
En esta época España estaba en guerra con
Portugal. Cualquier funcionario del que se sospechara tener
simpatías con el enemigo sería removido de su cargo. Don
Juan, por encargo del rey, se dedicó a espiar al virrey Don
Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, quien era miembro de
una familia portuguesa.
En 1643, después de la muerte de Feliciano de la
Vega, el cabildo eclesiástico nombró a Palafox de Mendoza
nuevo Arzobispo de México. Tan pronto llegó a la ciudad
destituyó al virrey por simpatizar con los portugueses y
tomó en sus manos el poder civil convirtiéndose en nuevo
gobernante de la Nueva España. Cinco meses duró su
gobierno como virrey y como Arzobispo de México, tiempo en el
cual estableció doce compañías de milicias,
visitó colegios, dio leyes a la Universidad y continuó
con las visitas a los tribunales. Renunció a su cargo de virrey
y de arzobispo.
En 1648 llegó a Puebla una carta del rey mediante
la cual mandaba llamar a Don Juan a Madrid para rendir un informe de
sus acciones en Méjico. Después de haber sido Arzobispo
de México, obispo de Puebla y virrey de la Nueva España,
Palafox llegó a Madrid y fue tratado con desprecio por el rey,
quien lo nombró obispo de Osma. Aquí fomentó la
Escuela de Cristo para la preparación de un laicado consciente.
Entres sus escritos, tanto en su etapa americana como peninsular,
destacan “Varón de deseos”, “Historia real sagrada”, “El pastor
de Nochebuena”, “La trompeta de Ezequiel” o “Naturaleza y virtudes del
indio”, por citar sólo unos pocos ejemplos. El prelado
siguió ejerciendo la caridad en el pobre obispado de Osma hasta
su muerte.
De esta gran personalidad, ya inminente beato, Benedicto
XIV firmó en 1726 la introducción de su causa, Benedicto
XIV abrió el camino para la aprobación de sus escritos en
1758 y en nuestros días Benedicto XVI lo beatificó el 5
de junio de 2011.