BEATO JOSE SANTOS ORTEGA
23 de septiembre
1936 d.C.
El P. José Santos Ortega
tuvo otros dos hermanos sacerdotes, pertenecientes también a la Congregación
de la Misión: P. Francisco y P. Saturnino, menores que él,
y dos hermanas, Hijas de la Caridad: sor Rufina y sor Eustasia. Sus primeras
maestras fueron las Hijas de la Caridad de su pueblo. Fue ayudante del director
de novicios, el P. Agapito Alcalde. Entre otros alumnos se encuentran cuatro
mártires de este mismo proceso: P. Benito Paradela, P. Pedro Pascual
García, H. Estanislao Páramo y H. Gil Belascoain. Otros destinos
fueron Tardajos (Burgos), Oviedo y Madrid. Queda el recuerdo de un sacerdote
bonachón, siempre sencillo y amable, de gran celo por la salvación
de las almas y muy espiritual. Gran devoto de la Milagrosa, consiguió
introducir su culto en la catedral de Burgos. De tal modo esperaba el martirio
que se preocupó incluso de consolar a su familia. Dice así
en carta autógrafa a su hermana sor Eustasia: “Qué estampas
tan apropiadas os tengo preparadas antes de que llegue el día. Seguro
que si llegan a vosotras os curan todas las penas” y concluye: “A la oración
y a la penitencia y Dios sobre todo: ni un segundo más de vida si
esta no es para su servicio”.
MARTIRIO: Se refugió en casa de su sobrina Felisa Santos,
en el barrio de la Prosperidad de Madrid, pero no pudo permanecer allí
porque la portera le amenazó seriamente con denunciarlo como sacerdote
si no se iba, porque comprometía a los vecinos. La sobrina y su esposo
acompañaron al Padre hasta el comité del barrio solicitando
permiso para tenerlo en su casa como familiar. No les dieron autorización.
El presidente del comité fingió ayudarles, le buscó
una pensión en la calle Molino de Viento, 20 y mandó a un miliciano
conocido como Chicharro para que les acompañara.
Este miliciano se ganó su confianza y luego le traicionó.
El 23 de septiembre fue a visitarle. El Padre lo recibió con alegría,
pero Chicharro tenía esperándole en la calle un coche con los
milicianos que al poco rato le dieron muerte en Hortaleza, frente al palacio
de Ballesteros, junto a la higuera entonces existente. Desde la carretera
contempló el crimen el médico de Hortaleza, D. Agustín
Calvo que lo conocía bien. El doctor declaró: Se paró
el coche. Bajaron los ocupantes. Le mandaron ir hacia delante al P. Santos,
luego que dio unos pasos, descarga cerrada, y... un mártir más.
A la media hora de perpetrado el crimen, identificado por el empleado fiel
de la casa de la Congregación en Hortaleza, Zacarías Abad,
el cadáver del P. Santos, era conducido al cementerio de Hortaleza.