BEATO JOSÉ
APARICIO SANZ
29 de diciembre
1936 d.C.
Nació en Enguera. Sus padres fueron Manuel Aparicio Sanz y
Leonor Sanz Sanz, quienes lo educaron en un ambiente profundamente
cristiano, dando señales desde muy niño de piedad y
vocación sacerdotal. Luego de finalizar sus estudios
secundarios, ingresó en el Colegio de Vocaciones
Eclesiásticas de San José, de Valencia. Después
pasó al Seminario Conciliar Central de Valencia, que entonces
tenía el rango de Universidad Pontificia, donde fue un
seminarista modelo tanto por su aplicación al estudio como por
sus virtudes.
Fue ordenado sacerdote
el 17 de junio de 1916 por el obispo de Segorbe, el beato Luis
Amigó. El día 30 del mismo mes celebró su primera
Misa en su parroquia natal, la arciprestal de San Miguel de Enguera.
Ejerció su primer ministerio sacerdotal en la vicaría de
Benalí, donde, además de su buen ejemplo, dejó el
recuerdo de la reconstrucción de la iglesia y de la casa
abadía. En 1917 fue trasladado a Santa María de Oliva,
como coadjutor, y, al tratarse de una parroquia mayor, pudo tener
más campo para desarrollar sus actividades en todos los sectores
de la pastoral, añadiendo a ello el alto espíritu de
caridad que demostró durante la epidemia de gripe del año
1918, que afectó gravemente a numerosas poblaciones valencianas.
Más tarde
pasó a Luchente, parroquia de la que tomó posesión
el 16 de octubre de 1921 y lugar apropiado para el desarrollo de su
profunda devoción eucarística. Tal vez desde entonces
comenzó a firmar sus escritos como director espiritual de almas
y escritor místico con el título de "Centinela de mi
Sagrario". De este pueblo, santificado por el prodigio de los
Corporales de Daroca, hizo un centro de irradiación y
atracción eucarísticas. En 1930, cuando tenía 37
años, fue nombrado arcipreste de su población natal,
Enguera, parroquia que dirigió hasta coronar su vida de
apóstol con el martirio. Fue en esta parroquia donde
culminó su trabajo pastoral iniciado anteriormente en otros
pueblos, y en todos los campos, aspectos y matices del apostolado
dejó huellas indelebles de la fuerza de su espíritu.
Al estallar la
revolución española de 1936, el P. José Aparicio
Sanz reaccionó como verdadero sacerdote católico. El 11
de octubre de 1936 fue detenido por unos milicianos en casa de su
familia, siendo trasladado a la cárcel Modelo donde
encontró a otros feligreses. Estos feligreses le pidieron al P.
Aparicio que intercediera y pidiera clemencia al Comité de
Enguera, que los había encarcelado, al estar cerca las fiestas
navideñas. El sacerdote accedió y el resultado fue que
pusieron en libertad a unos y a otros les martirizaron, entre ellos el
fiel sacerdote. Durante los meses que permaneció en cautiverio,
el P. José animó a sus compañeros a sufrir el
martirio por Cristo y a perdonar de corazón a sus ejecutores,
pues la recompensa del "cielo" estaba esperando por ellos.
Escribió antes de morir: “Que cada bala que en mi cuerpo claven
/ más me aproxime a Ti, Señor; / mis heridas sean bocas
que te alaben / con el místico fuego de tu ardor”. Antes de que
lo fusilaran, abrazó afectuosamente a los milicianos que le iban
a matar y después, quiso recibir la descarga de rodillas.
Murió junto con su coadjutor el beato Enrique Juan Requena, en
el Picadero de Paterna. Sus restos descansan en la Capilla del
Santísimo de la parroquia de Enguera.