BEATO JOSÉ ACOSTA ALEMÁN
31 de enero
1937 d.C.



   Fue alumno de las Hijas de la Caridad en el Patronato del Sgdo. Corazón de Jesús de Cartagena. A los 22 años, ya con el título de capataz de minas, comunicó a sus padres su deseo de ingresar en la Congregación de la Misión. En París hizo el noviciado, emitió los votos en presencia del superior general, P. Antonio Fiat, y recibió la ordenación sacerdotal de manos del Sr. obispo de Aosta. Tuvo siempre muy clara su vocación de misionero ad gentes. Quería seguir las huellas de los entonces beatos Juan Gabriel Perboyre y Francisco Regis Clet, mártires en China. Durante los 18 años de misionero en China pasó por diferentes estaciones misionales de los vicariatos apostólicos de Tche-Ly, Septentrional y Central, y más tarde en el vicariato de Chengtingfu, también confiado a la Congregación de la Misión. Fueron años de un celo ardiente, de una lucha sin cuartel, acudiendo al punto más desguarnecido y cambiando de posición continuamente. Con 46 años, se sintió sin fuerzas físicas, de modo que en 1926 tuvo que regresar a España.

   Su último destino fue Totana (Murcia), sin dejar de pertenecer a la comunidad de Fernández de la Hoz de Madrid, provincia de Aquitania (Francia). Era capellán del colegio y hospital-asilo de las Hijas de la Caridad, profesor de religión y director de la Asociación de Hijas de María. Difundió el espíritu misional y caritativo. Tenía un espíritu sacerdotal a toda prueba, siempre al servicio de las cosas de Dios, nunca se negaba a ayudar en la parroquia cuando se lo pedían.

   MARTIRIO: Hacia el 25 o 26 de julio de 1936, el Comité marxista de Totana expulsó al P. Acosta del colegio y hospital. Al no poder regresar a Madrid, porque su comunidad ya estaba perseguida y la casa incautada, lo recibió en su casa un pariente llamado Evaristo Martínez García que lo atendió y lo defendió hasta el último momento. De su casa lo sacaron a golpes y empujones, a primeros de agosto del mismo año.

   Estuvo algún tiempo en la cárcel de la ciudad, más tarde lo dejaron en libertad, pero para volver a prenderlo y repetir en la calle la escena de vejaciones y atropellos. Le rompieron las gafas, al no ver, se cayó en la escalera de la cárcel y en el suelo le pegaban con los fusiles y le hacían rodar a patadas. Esto fue a primeros de septiembre. En la cárcel se encontró con dos santos sacerdotes: D. Juan José Martínez Romero y D. Pedro José Rodríguez Cabrera. Con ellos se preparó para el martirio. Fusilaron a los tres sacerdotes juntos dentro de la cárcel el 31 de enero de 1937. Daremos más detalles en la biografía de D. Juan José.

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(Parroquia San Martín de Porres)