BEATO JOAQUIN GISBERT AGUILERA
1936 d.C
13 de septiembre
Tanto la vida como el ministerio
del Siervo de Dios transcurren en la Diócesis de Guadix, pues por
aquella época aquellas tierras estaban bajo la jurisdicción
de los Prelados accitanos. Hijo de un sencillo jornalero, con gran esfuerzo
pudo cursas sus estudios en el Seminario de san Torcuato de Guadix.
Ordenado presbítero el veinticuatro de mayo de 1926,
le encargaron las Parroquias de Matián, Doña María y
Escúllar; ocupándose posteriormente también de Ocaña.
Presbítero humilde y sencillo, vivía con dos de sus hermanas
en un ambiente gozosamente austero. Recordado por su carácter bueno
y sensible, se ocupaba con gran fidelidad de sus deberes pastorales. Siempre
rodeado de niños, no dudaba en jugar con ellos al fútbol o
al frontón.
Sus familiares recordaban que: «Unos cuantos días
antes de su detención su padre le sirvió de tentación.
Llevado del amor a su hijo y viendo el cariz que iban tomando las cosas,
le dijo: “Joaquín, quítate la sotana, sal a la plaza y diles:
Muchachos, soy comunista de los vuestros”. Él, bajando la cabeza,
respondió: “Padre, yo no puedo hacer eso”.» Tras celebrarla
la Santa Misa, fue detenido pacíficamente mientras hablaba con su
madre en el huerto y trasladado a Almería. Su familia trato de rescatarlo
mediante la entrega de dinero. Los milicianos parecían favorables
pero, al conocer su identidad sacerdotal, dijeron: «”No hay nada que
hacer, sí es cura nada”.»
Con la misma edad que la tradición asigna al Salvador
en la hora de su crucifixión, treinta y tres años, compartió
prisión y martirio con el Siervo de Dios don José Álvarez
Benavides de la Torre. El presbítero don José Serrano Rodríguez,
que lo sucedió en la Parroquia, conservaba así su memoria:
«Él no tenía enemigos y convivía con el pueblo,
comía con las gentes gachas y migas, incluso pasaba hambre con los
más pobres. Por eso fue auténticamente mártir de Cristo
y de la Iglesia, ya que no había motivación alguna humana,
ni social, ni política para que persona alguna tuviera odio o quisiera
vengarse de él. Fue una muerte verdaderamente sufrida como discípulo
de Cristo, que no podía ser de otra manera, porque era un hombre de
Dios, sacerdote auténtico.»