BEATO JACINTO HOYUELOS
GONZALEZ
1936 d.C.
19 de septiembre
El
Beato Jacinto Hoyuelos González nace en Matarrepudio (Santander)
el 11 de septiembre de 1914, de padres cristianos ejemplares, don
Flaviano Hoyuelos y dñª Dalmacia González. Bautizado
al día siguiente, día 12, festividad del Dulce Nombre de
María, poniéndole por nombre Jacinto. El nombre de
Jesús y el rezo del Ave María, nos dice su buena madre,
fueron las primeras palabras que aprendió a balbucir Jacinto. Se
distinguió desde niño por su piedad y caridad, llevando a
su casa a los pobres y mendigos que se encontraba en la calle sin
alojamiento.
El 19 de octubre de 1921, recibe el sacramento de la
Confirmación en la parroquia de Barruelo (Palencia), a donde sus
padres se habían trasladado cuando Jacinto tenía 6
años.
* A los 8 años lo inscribieron en el Colegio de
Hermanos Maristas. Estos Hermanos le prepararon para recibir la primera
comunión. Su conducta en el colegio, según testigos de su
vida, era modelo, a pesar de sus cortos años.
Tendría 9 años cuando sus padres se
trasladan a Menaza, pueblecito de Palencia, donde tuvo la suerte de dar
con un maestro excelente, don Rufino Bruno, que continuó la
labor comenzada por los buenos Hermanos Maristas, arraigando en el alma
de Jacinto ideas y principios sólidos. A este profesor recordaba
Jacinto siempre con gratitud y gran cariño. Tantas buenas obras
practicaban los cristianos padres de Jacinto, y, sin duda la más
hermosa, era compartir el pan de su pobreza con los pobres.
Recibían con frecuencia y alojaban en su modesta casa a pobres y
mendigos transeúntes. Estas obras de misericordia de los padres
se arraigaron en el corazón de Jacinto, que pronto
aprendió a sentir compasión hacia los pobres, y a
socorrerlos en la medida de sus fuerzas. Cuando veía un pobre se
acercaba a él, trababa conversación, y de tal manera se
conmovía que acababa por llevarlo a su casa y presentarlo a su
madre, diciéndole: "Madre este pobre no tiene dónde
dormir esta noche y no ha comido hay, recíbalo V. y que coma"
Sin duda Dios iba disponiendo su corazón desde estas
experiencias a la vocación hospitalaria. Cuando ya era
religioso, escribía a sus padres, les decía entre otras
cosas: " Den limosna a los pobres, y en cuanto puedan, recojan alguno
en casa, para que cuando les den de comer, o les lleven a acostar, se
acuerden de su hijo, que practica las mismas obras de misericordia;
todo sea por Dios"
A los 16 años, hubo de abandonar la casa paterna y
ponerse a servir de labrador. Antes de separarse de sus padres, que les
costó no poco, en especial a su madre recomendándole con
amor maternal: " Hijo, comienzas a volar, reza todos los días a
la Virgen, y repite esta oración: Señor Dios
Todopoderoso, dirígeme por el camino de la paz y felicidad, y
que todos mis pensamientos, palabras y obras sean dirigidas a honraros
y que el arcángel San Rafael me acompañe para que vuelva
sin daño alguno de alma y cuerpo".
Por medio de su celoso párroco don Eleuterio
Calderón, que le orientó vocacionalmente, conoció
la Orden Hospitalaria e ingresó en ella. El 8 de septiembre de
1935, emitió en Palencia su Profesión religiosa.
El 27 de enero de 1936, hubo de dejar el remanso de la
casa noviciado para trasladarse a Ciempozuelos (Madrid). Allí
era soldado de la quinta del 35 y debía presentarse en la zona
militar de Getafe, a donde estaban adscritos los Hermanos comprendidos
en este servicio militar, y pasar luego a cumplir este servicio en la
Clínica Militar de Ciempozuelos. Lo enfermos mentales militares
eran asistidos en la casa de los Hermanos de Ciempozuelos y los
religiosos sujetos al servicio militar cumplían allí este
deber con la Patria. Al ser detenido el H. Jacinto con la Comunidad por
los milicianos el 7 de agosto, fue reclamado y salvado de momento por
el Dr. Sloker, jefe de esta Clínica Psiquiátrica Militar,
alegando que era soldado a sus órdenes. Los milicianos andaban,
sin embargo, tras de él. En confianza comentaba "Esta gente
parece que quiere matarnos; ¿por qué nos querrá
tan mal? ¿Qué les hemos hecho?. Si nos matan, seremos
mártires".
El Hermano Jacinto seguía repitiendo sus tareas,
sencillamente amoldándose en todo momento al servicio de la
Clínica. Poco hablador, pero en sus últimos días
más silencioso y a veces preocupado; su servicio lo efectuaba
con la puntualidad habitual; pero demasiado solo como había
quedado evocara con tristeza su pasada vida con los demás
hermanos.
18 de septiembre de 1936, viernes por la noche fue
detenido por varios enfermeros milicianos, que le incitaban a
blasfemar, pero al no acceder, lo maltrataron y condenaron a ser
fusilado. Llevado a las afueras de Ciempozuelos, en el puente de la
vía cerca de la estación, lo descolgaron
ahorcándolo colocada una soga al cuello, donde al caer,
quedó estrangulado y dispararon después contra él.
Dejó un charco de sangre debajo en el suelo.
19 de septiembre, a las nueve de la mañana de 1936,
levantan su cadáver el señor juez municipal, auxiliado
por el médico don Enrique Rivas Hodar, en el puente conocido de
San Cosme. Reconocido minuciosamente por el facultativo.
Un juicio de su muerte expresa que prefirió "morir
por Jesucristo y confesarle, antes que apostatar de la religión,
siendo mártir de la fe, mártir de la obediencia y
mártir de la hospitalidad"
El 17 de junio de 1937, previos los trámites
requeridos, se procedió a la exhumación como consta: "En
la Villa de Ciempozuelos (Madrid) en virtud del mandato expedido en
Navalcarnero, por el Sr. D.Juan Francisco Morán, Vicario General
de la Diócesis de Madrid, en que se autoriza la
exhumación de los restos mortales de Fray Jacinto Hoyuelos
González, y su traslado al Cementerio de los Hermanos de San
Juan de Dios."
25 de octubre de 1992, Jacinto Hoyuelos González
fue beatificado por el Papa Juan Pablo II, junto con otros 69
compañeros.