BEATO ISIDRO JUAN MARTINEZ
18 de octubre
1936 d.C.
Tenía 19 años
cuando se fundó la Asociación de Hijos de María en la
que ingresó movido por sus convicciones cristianas. La Asociación
le inculcó la vocación a la caridad, esa inquietud por promocionar
a las clases más desfavorecidas tan propia del espíritu vicenciano,
que Isidro hizo suya, y sin duda le llevó al martirio. Desempeñó
durante mucho tiempo el cargo de vicepresidente, imprimiendo en todas las
actividades de la Asociación el sello de sus dotes personales: Su
carácter jovial, alegre y decidor, su don de gentes y su acendrada
piedad. En julio de 1936 era abogado en ejercicio.
MARTIRIO: Fue detenido por orden del Frente Popular, en su domicilio
el día primero de agosto de 1936. Estaban en la mesa cenando el matrimonio
con sus tres hijos cuando llamaron imperiosamente a la puerta preguntando
por Isidro Juan Martínez. Él respondió: “Soy yo”. Los
milicianos exigieron que les acompañara, a lo que el accedió
sin poner resistencia y se lo llevaron inmediatamente. Al despedirse, dijo
al mayor de sus hijos: “Hijo, a tu padre no se lo llevan por ladrón,
sino por honrado y por sus creencias”. Pasó primero por la comisaría
y a las dos de la madrugada ingresó en la prisión de San Antón.
Ni al detenerlo, ni en los 78 días que permaneció en la cárcel
le inculparon de nada que no fuera una conducta consecuente con su fe.
A Isidro Juan Martínez y a Francisco Roselló Hernández,
los incluyeron en la famosa saca de 49 presos del 18 de octubre de 1936.
Fue una noche larga y ruidosa en la cárcel llena de milicianos, en
la que los mártires se prepararon bien, incluso pudieron confesar
con los sacerdotes presos. Fueron los últimos mártires de la
Asociación de Hijos de María de la Medalla Milagrosa de la
Casa de Misericordia de Cartagena. Habían visto salir resueltos a
confesar su fe al director, D. Pedro Gambín, el 15 de agosto y al
trío formado por Allepuz, Gonzálbez y Ardil el 22 de septiembre.
Es del dominio público que antes de fusilarlos los milicianos les
dieron la oportunidad de gritar: ¡Muera Cristo Rey! para poder salvarse;
a lo que ellos se negaron y gritaron: ¡Viva Cristo Rey! En la misma
saca mataron a cuatro sacerdotes: dos de Cartagena, el rector de la iglesia
de los Dolores y el capellán de los ancianos; el coadjutor de San
Andrés de Murcia, y el párroco de Aljorra (Murcia).