BEATA ISABEL VENDRAMINI
2 de abril
1860 d.C.
Nació en Bassano del Grappa (Italia). Era de índole
dócil y muy caritativa. En las religiosas agustinas
recibió la educación propia de su tiempo, con una intensa
vida espiritual. Joven brillante, le gustaba vestir bien y era centro
de interés. Era amante de la soledad y se retiraba a menudo al
campo para orar. Después de seis años de noviazgo, en
vísperas de su boda, recibió de forma clara y rotunda la
llamada a la vida religiosa, y fue para ella el momento de su
conversión. Tenía 27 años, vivió en su casa
hasta los 30.
Fue maestra en el
orfanato local, regido por las Terciarias franciscanas (una rama de la
Tercera Orden, con vida comunitaria y que tenían como
misión la ayuda a los pobres). En 1821, vistió el
hábito de Terciaria franciscana con el nombre de Margarita. El
Instituto es un desastre, y se responsabiliza a una superiora
despótica, que pronto vio en Isabel una adversaria y le
infringió humillaciones insoportables. Fue a Padua a otro
Instituto que cuida a los niños abandonados. Pero aquí
también dura poco tiempo: hasta noviembre de 1828. No es porque
la trataran mal, todo lo contrario, querían que se quedara
porque era una válida educadora. Ella lo dejó porque no
estaba de acuerdo con la pedagogía que tenía: demasiado
aristocrática, a su juicio. En la misma Padua, termina en un
lugar deprimente: “la Casa de los maleantes”.
En dos años abre una
escuela gratuita, entre los niños abandonados y los ancianos
enfermos. Esta situación inspira a Isabel el proyecto de un
Instituto nuevo, distinto; religiosas adiestradas para intervenir en
más frentes. Funda las Religiosas Terciarias Franciscanas
Isabelinas, una familia religiosa dedicada al servicio de los pobres, a
la educación de la juventud, y a atender a las señoras
ancianas. Desde 1835 las Isabelinas se multiplican, abren escuelas,
sirven a los marginados, ancianos, enfermos. Afrontan una epidemia de
cólera, crean orfanatos.
Isabel murió
antes de la aprobación, apenas había iniciado su obra. No
hay un sepulcro que guarde sus restos, porque en 1872, su cuerpo
desapareció después de la restructuración del
cementerio de Padua. Fue beatificada por Juan Pablo II, en el segundo centenario de
su nacimiento, el 4 de noviembre de 1990.