BEATO HUGOLINO
MAGALOTTI
11 de diciembre
1373 d.C.
Nació en
Fiegni, cerca de Fiastra (provincia de Macerata). Su padre, Magalotto
III, descendía de la noble familia de los Magalotti, que fueron
señores de cuatro feudos pasados al municipio de Camerino:
Appennino, Poggio, Cerreto y Fiastra. A la familia les quedaba como
residencia el castillo de Fiegni, que fue donde creció y se
educó el beato Hugolino, que había quedado
huérfano de madre desde el momento del parto. Gracias a su
sólida formación espiritual pudo superar otra dura
prueba: la muerte de su padre cuando tenía apenas 13
años. A partir de entonces se dedicó al estudio y
meditación de las Escrituras, y fue madurando en él la
idea de seguir el consejo evangélico: "Ve, vende lo que tienes,
dalo a los pobres y sígueme". Cumplidos los 20 años,
vendió todas las propiedades heredadas de sus padres, y se
retiró a hacer vida de ermitaño.
La primera ermita del
Beato Hugolino fue la de san Liberado, fundada, según la
tradición, por san Francisco de Asís en la ladera del
monte Ragnolo, no lejos de las fuentes del río Tenna. Algunos
creen había profesado la regla de los frailes menores, pero lo
más probable es que se consagrara como penitente de la Orden
franciscana seglar. De vez en cuando se acercaba al monasterio
benedictino de Ríosacro, a recibir los sacramentos. Pero tuvo
que abandonar el lugar, ya que acudía a él mucha gente de
toda condición, en busca de ayuda y consuelo material y
espiritual. Con su oración curó a un cierto Pedro de
Brunfort, tullido de nacimiento e incapacitado para andar;
devolvió la vista a un tal Antonio, que había pedido un
ojo cortando leña; liberó a una pobre mujer asaltada por
dolores agudos y por convulsiones; curó a algunos endemoniados.
Para evitar nuevas
peregrinaciones de devotos se mudó al otro lado del monte
Ragnolo, a un lugar rodeado de rocas y hayas, cerca de Fiegni.
Aquí permanecerá Hugolino hasta el final de sus
días, dedicado a la oración y la meditación en
íntima unión con Dios, domando los instintos de su cuerpo
con ayunos y abstinencias. Se alimentaba con el poco pan que
recibía de limosna, con hierbas y raíces, y bebía
de una fuente que, según la tradición, hizo brotar
él mismo. Su lecho era una tabla desnuda. En la soledad de la
cueva sufrió tentaciones y tuvo visiones alucinantes,
apariciones diabólicas que le impedían el sueño y
le quitaban el apetito, pero siempre salió vencedor en las
pruebas. Nuevas peregrinaciones de devotos empezaron a acudir en su
busca, y se cuentan nuevos prodigios obrados por su intercesión.
El Beato Ugolino Malagotti vivió como ermitaño unos 30
años, hasta que, cargado de años y consumido por los
ayunos y las mortificaciones, murió en su cueva, asistido por
algunos de sus devotos y por un monje sacerdote de Ríosacro. Su
cuerpo fue llevado al castillo de Fiegni, donde había nacido, y
lo sepultaron en la antigua iglesia abandona de San Juan Bautista, que
pasó a denominarse de los Santos Juan y Hugolino. Hoy es
conocida como Santuario del Beato Hugolino. Cerca de la fuente donde el
beato se retiraba a orar edificaron recientemente una capillita
dedicada a él. El Papa Pío IX aprobó el culto
litúrgico el 4 de octubre de 1856.