BEATO GUILLERMO DE
FENOLIS
19 de diciembre
1120 d.C.
Nació en Garessio, provincia de Cuneo, Italia. Cuando a los 20
años de edad, ingresó en la cartuja de Casotto ya
había realizado un intenso camino de perfección y
profunda unión con Dios. Fue cartujo lego, encargado de proveer
los víveres al monasterio, y no duda en llegar, con su
cuestación, hasta Mondovì y Albenga.
Fue el blanco perfecto
de los salteadores de caminos y que más de una vez lo dejaron
sin nada de lo que había obtenido por las limosnas. De la
obediencia hizo el objetivo de su vida y en ella realizó
milagros muy curiosos: Se le pide que organice la comida para el
monasterio, allí va, pidiendo limosna en las fincas y pueblos de
la zona. Los delicuentes le roban varias veces, Guillermo entra en
crisis, y se queja al Prior, que entre serio y burlón le invita
a defenderse «incluso con la pata de la mula». El humilde
cartujo, siempre obediente, en la siguiente oportunidad en que lo
atacan los bandidos, toma la pata de la mula, y consigue espantar a los
bandidos. Guillermo pone la pata del animal en su lugar y vuelve a la
Cartuja, pero en la prisa la coloca boca abajo, de modo que la mula
cojea lamentablemente. El prior se da cuenta, y para verificar
qué hay de cierto en lo que se cuenta del prodigio de nuestro
beato, lo regaña por su descuido y le ordena que ponga la pata
como debe ser, y así, delante de toda la comunidad y pidiendo
disculpas por su error, quita con toda naturalidad de nuevo la pata y
la coloca correctamente. Todo esto, por supuesto, sin que el animal
pierda sangre ni rebuzne de dolor. De este hecho se ha apoderado la
hagiografía del beato, a quien representa siempre
empuñando la pata; e incluso en la cartuja de Pavia se lo llama
en broma el «santo del jamón».
Murió en la cartuja de Valcasotto. Su tumba fue lugar de
peregrinaciones y en ella se obraron muchos prodigios. Su cuerpo
incorrupto se escondió durante la época
napoleónica y ya no ha habido modo de encontrarlo. SS.
Pío XI, el 29 de marzo de 1860, aprueba el culto de Guillermo,
oficializando con el título de beato una veneración que
la gente desde siempre le había tenido.