BEATO GERARDO CAGNOLI
29 de diciembre
1345 d.C.
Era un
noble de Valenza Po (Pavía). Después de la muerte de su
madre, acaecida en 1290 (su padre ya había muerto),
abandonó el mundo y vivió como peregrino, mendigando el
pan y visitando los santuarios. Estuvo en Roma, Nápoles, Catania
y quizás en Erice (Trapani). En 1307, impresionado por la fama
de santidad del franciscano beato Luis de Anjou, obispo de Tolosa,
ingresó en la Orden de los Hermanos Menores en Randazzo,
Sicilia, donde hizo el noviciado y vivió algún tiempo.
Del convento de
Randazzo pasó a Palermo en calidad de portero y allí
permaneció hasta su muerte siendo la admiración de sus
hermanos y de los fieles por su sencillez y sus virtudes. Cerca de la
puerta del convento plantó un ciprés y arregló un
pequeño altar en honor de la Virgen y de san Luis de Anjou, de
quien era devotísimo. Allí ardía continuamente una
lámpara de aceite. Con un ramito de ciprés bañado
en aceite de la lámpara bendecía a los enfermos que se
acercaban a él en busca de consuelo. Muchos se iban
perfectamente curados, otros experimentaban mejoría, o se
sentían consolados con su palabra. La fórmula que
él empleaba para bendecir era esta: "En el nombre del Padre, y
del Hijo y del Espíritu Santo, por la intercesión de la
Virgen María, de san Francisco y de san Luis sé liberado
de esta enfermedad".
Los milagros se
sucedían. Enrique d’Abbati, justicia del rey, estaba gravemente
enfermo, y se había perdido toda esperanza. Fue llamado fray
Gerardo, que consoló con palabras fraternales al enfermo. Luego
se postró en profunda oración. Poco después el
enfermo se levantó perfectamente curado. Dormía pocas
horas sobre una desnuda tabla; con instrumentos de penitencia
maltrataba su cuerpo; contínua oración, íntima
unión con Dios, he ahí el programa de su larga vida. No
es extraño que muchos lo aclamaran como santo, ya en vida.
Había transcurrido más de 30 años en la Orden
Franciscana, cuando en la fiesta de san Juan Evangelista de 1345 se le
apareció la Santísima. Virgen y le aseguró que
dentro de dos días volaría al cielo. Ante este anuncio
Gerardo se alegró muchísimo y se preparó para las
bodas eternas con gran fervor. El 29 de diciembre recibió con
profunda devoción los últimos sacramentos de la fe y se
durmió serenamente en el sueño de los justos.
Tenía 75 años. Su sepulcro, en la iglesia de San
Francisco de Palermo, fue meta peregrinación de muchos devotos
que recurrían a él. San Pío X aprobó
el culto el 13 de mayo de 1908.