Nació en Marmolejo
(Jaén,
España) en el seno de una familia humilde y trabajadora.
Ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1900, fue enviado como
coadjutor de la Parroquia de Santiago Apóstol en
Valdepeñas de Jaén; seis años permanecerá
en este destino, durante los cuales trabajó en la Parroquia con
el fervor propio de un joven sacerdote; en estos años
consiguió el título de licenciado en Sagrada
Teología. En el año 1906, tras participar en el concurso
oposición a Curatos, es nombrado Cura Propio de Baños de
la Encina, donde se acredita como un gran pastor, amante de Cristo y de
María y como predicador excelente. En 1913 lo encontramos en
“comisión de servicios” en la capital del Condado, Santisteban
del Puerto, manteniendo su título de Cura Propio de
Baños. En su nuevo cargo se le recuerda como “párroco
docto, celoso y piadoso”; predicaba mucho y bien, consiguió
llenar el templo de fieles.
Nuevamente en 1913, el Obispo convoca
oposiciones a parroquias. Don Francisco Solís toma parte de este
concurso-oposición, y es nombrado Párroco Propio de San
Juan Evangelista, de Mancha Real; era éste un gran pueblo,
cercano a Jaén, cabeza de una amplia comarca. En febrero de 1914
don Francisco toma posesión de la parroquia, siendo nombrado
también Arcipreste de la zona, correspondiente al Partido
Judicial; comenzó una labor pastoral cuyos frutos todavía
se perciben.
En este pueblo tuvo la oportunidad de
manifestar sus inquietudes sociales fundando un Sindicato
Católico y emprendiendo una parcelación de terrenos en
una finca para los jornaleros. También promovió un
Colegio con ideario católico: el SADEL (Sociedad Anónima
de Enseñanza Libre). Estableció la Acción
Católica en sus dos ramas hombres y mujeres, con secciones
según las edades y el estado familiar. Tenía organizados
múltiples círculos de formación, los preparaba
concienzudamente y los desarrollaba de modo práctico e
inteligente. Así el Sr. Obispo lo nombró Consiliario
Diocesano de la Acción Católica.
Iniciada la guerra civil, e intensificada la
persecución religiosa que ya se venía dando, don
Francisco fue recluido en la prisión del partido judicial en el
mismo pueblo de Mancha Real, junto a otros feligreses suyos. De
aquí pasó como “prisionero de Cristo” a la Catedral de
Jaén, donde se encontró con muchos compañeros
sacerdotes y fieles conocidos; allí descubrió, muy
pronto, un quehacer exquisitamente cristiano y un campo de apostolado:
las condiciones de la Catedral, convertida en cárcel eran del
todo inhumanas; a pesar de las sacas con el pretexto de llevar los
presos a Alcalá de Henares, que luego quedaron masacrados en la
inmediaciones de Vallecas, la población reclusa había
crecido y se carecía de higiene, alimentación, y
expansión al aire libre; pero sobre todo era la incertidumbre en
que vivían, la inseguridad sobre la propia vida y las continuas
amenazas lo que hacían pasaran aquellos días bajo serios
nubarrones. Don Francisco atendía a los enfermos, cuidaba de los
más necesitados, orientaba y animaba a los que
desfallecían; nada de esto podía hacerlo con facilidad,
pues los vigilantes se cuidaban mucho de impedir estas buenas
obras.
Tras el martirio del Obispo Don Manuel
Basulto, desconocedores de las disposiciones de la Santa Sede y en
espera de las mismas, los compañeros pensaron en elegirle para
administrador de la Diócesis, pero él declinó este
cargo, creyendo que otros podían llevar este honor y que a
él le dejaran el trabajo y el servicio.
En la madrugada del 4 de abril de 1937,
junto a otros compañeros de presidio, fue trasladado al
cementerio de Mancha Real y fusilado al amanecer del mismo día
4. Antes de morir dio la absolución sacramental a sus
compañeros. Fue el último en morir, ya que nadie
quería dispararle, hasta que uno de los del pelotón, le
descerrajó un tiro.
Los restos fueron echados en fosa
común como era el proceder de aquellas autoridades. Terminada la
guerra, fueron exhumados todos los muchos asesinados en Mancha Real,
también los restos de don Francisco debidamente identificados.
Sus restos se conservan en el cementerio de Mancha Real. Fue
beatificado el 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de
Francisco.