BEATA FRANCISCA
SCHERVIER
14 de diciembre
1876 d.C.
Nació en Aquisgrán, en el seno de una familia de la
aristocracia. Era ahijada del emperador Francisco II. Después de
la muerte de su madre, acaecida en 1832, tomó la costumbre de
socorrer a los pobres en sus necesidades y de enseñarles el
catecismo. En un ambiente a menudo indiferente, a veces hostil, porque
la burguesía ciudadana ostentaba una actitud volteriana,
María Francisca no ahorraba fatiga alguna, no se dejaba vencer
por ningún temor y encontró ayuda para su empresa en un
sacerdote de su parroquia.
Después de
haber hecho un retiro en Lieja, el 3 de octubre de 1846, con cinco
compañeras formó en Aquisgrán un grupo que poco
después tuvo la ocasión de prestar un gran servicio
durante una epidemia de cólera y de viruela que asoló la
ciudad. Para dar una forma canónica a la naciente
institución, escribió una regla en la que ponía a
su pequeño grupo bajo la protección de San Francisco de
Asís, poniendo de relieve la caridad, la pobreza y las obras de
misericordia para con los pobres. De ahí viene el nombre del
instituto de Hermanas de los Pobres de San Francisco de Asís.
Con sus compañeras entró en la vida religiosa el 12 de
octubre de 1850. Pero su regla solamente fue aprobada por san
Pío X en 1908. La nueva congregación se difundió
rápidamente: ya en 1858 había sido fundada una casa
provincial en Hartwel en Estados Unidos de América.
En vísperas de
la aprobación pontificia, el Instituto contaba ya con 61 casas,
de las cuales 16 en América y 1500 religiosas. Actualmente se
cuentan 12 casas en Alemania y en Estados Unidos, hay algunas
religiosas que se han dedicado a la obra de la recuperación de
la juventud descarriada y otras que durante la guerra de 1864, 1866 y
1870 se dedicaron a la asistencia sanitaria de los militares en los
hospitales. A pesar de esta dinámica actividad, María
Francisca sabía encontrar tiempo para dedicar a la
oración, a la meditación, a la visita diaria, al
Santísimo Sacramento, al cultivo de una tierna y filial
devoción hacia la Madre de Dios.
Era suave para con todos y severa consigo misma; practicaba
mortificaciones y penitencias, tenía un gran respeto hacia los
sacerdotes en los cuales veía la misma persona de Cristo.
Soportó con cristiana resignación la última
enfermedad que afinó más su alma y la hizo digna de la
gloria. Murió en Aquisgrán. Tenía casi 58
años. La ciudad acudió a su funeral y la lloró
porque en ella perdió a la madre amadísima de todos,
especialmente de los pobres, de los desgraciados y de los
pequeños. Fue beatificada por SS. Pablo VI, el 28 de abril
de 1974.