BEATA ESTEFANIA IRISARRI IRIGARAY
9 de diciembre
1936 d.C.
Nació el 26 de diciembre
de 1878 en Peralta, (Navarra), en el seno de una familia dedicada a la agricultura.
Sus padres, Ildefonso y Juana, muy buenos cristianos, la educaron cristianamente.
Para completar su educación, en su adolescencia, la enviaron a Palencia,
con una tía suya, Hija de la Caridad. Allí completó
sus estudios primarios en las Escuelas de La Milagrosa, anexas al Hospital.
En contacto con las Hermanas, ingresó en la Asociación
de Hijas de María, muy pujante entonces en la capital palentina. Como
miembro de la Asociación cultivó la vida de oración
y el servicio a los pobres, guiada por sus educadoras. En este ambiente percibió
la llamada de Dios para ser Hija de la Caridad. Realizó la prueba
y Postulantado en el Hospital de San Bernabé de Palencia, acompañada
por su tía.
Maestra de párvulos muy querida
Ingreso en la Compañía el 21 de noviembre de 1896.
Pasado el tiempo de formación fue enviada a Bétera (Valencia).
Éste fue su único destino en el que ejerció de maestra
de párvulos durante 39 años. Sor Estefanía era una hermana
de gran abnegación, paciencia, bondad y un exquisito amor a los más
pobres por los que tenía verdadera debilidad. En Comunidad, fue ejemplo
de muchas virtudes, particularmente de las propias de las Hijas de la Caridad:
humildad, sencillez y caridad. Su acogida era excepcional y siempre se manifestaba
contenta y cordial, compasiva y disponible.
Durante la recogida de la naranja, las mamás le dejaban
a sus pequeños, sabiendo que iban a estar muy bien atendidos. Su cara
expresaba la santidad de su corazón, dicen algunos de los testigos
que la conocieron y trataron. Cuidaba también del lavadero y hasta
tenía el encargo del Ayuntamiento de dar cuerda al reloj del Castillo.
Valoró de nuevo el calor de la comunidad
Llegado el momento de la persecución, marcho a Concentaina
(Alicante), con otra Hermana, a casa de unos primos, pero viendo que era
un compromiso para aquella familia, regresó a Valencia a unirse con
la Comunidad. A su llegada a la capital, se vio obligada a pasar la noche
en un banco de la Alameda, donde los comunistas la cogieron y la llevaron
a la comisaría. Aunque iba vestida de seglar, la delató el
rosario grande del hábito que llevaban entonces las Hermanas. Lo llevaba
colgado de la cintura debajo de la falda. Llevar un signo religioso en aquellos
tiempos era un gran delito. Por eso fue detenida. Pero al llevarla a la Comisaría,
la vieron tan buena persona, que una señora miliciana de las presentes
la dijo: Váyase y rece cuanto quiera. Dolores Broseta le llevó
con las otras Hermanas a la pensión donde estaban refugiadas. Al verla,
sus compañeras la abrazaron y todas se echaron a llorar de emoción.
Al preguntarle cual era el motivo de su regreso, contestó que quería
ser mártir como Sta. Estefanía (su santa patrona), pues tenía
el presentimiento de que la Comunidad de Bétera iba a ser una Comunidad
mártir. También sufrió el martirio el 9 de diciembre
de 1936, a los 58 años, en las mismas circunstancias y lugar que sus
compañeras de Comunidad.