ESTEBAN II
752-757 d.C.



   Amenazada la Iglesia por los longobardos, cuya meta era la conquista y la unificación de toda Italia, el Papa se dirigió a Bizancio, pidiendo la ayuda del emperador. Pero Bizancio, debido a la campaña iconoclasta, se encontraba en una verdadera guerra civil, de modo que la única solución para Esteban II fue la de emprender el viaje a Francia. El 6 de enero de 754 el Papa encontraba a Pipino en la ciudad de Pnthion, en el noreste del país. En la abadía de San Denis fue concluida la primera alianza. Durante el verano siguiente, Esteban consagró a Pipino y a sus dos hijos, Carlos (el futuro Carlomagno) y Carlomán, otorgándoles al mismo tiempo el título de "patricios de los romanos", concedido hasta entonces al exarca de Ravena, lo que significaba que el rey de los francos se transformaba en protector de la Sede Apsotólica Romana, en sustitución del emperador de Bizancio.

   Pipino intentó varias veces convencer  a los longobardos de que no atacaran los territorios romanos, pero fue inútil. Como protector de Roma, el rey de los francos rompió su antigua alianza con los longobardos y los atacó venciéndolos en Pavía (755) y obligándolos a entregar al Papa Ravena y Narni. Atacado de nuevo por los longobardos, el Papa pidió de nuevo la ayuda de los francos, que descendieron otra vez a Italia, mientras el rey Ataúlfo asediaba Roma. Pipino venció a los longobardos en Pavía (756) y la guerra terminó ventajosamente para Roma. Fue el emperador de Bizancio el que escribió a Pipino pidiéndole la restitución de las ciudades y territorios que éste  había entregado a Roma.

   La respuesta de Pipino fue tajante: no restituía nada de los que había regalado a la Iglesia. Hizo redactar un acta en la que enumeraba las ciudades italianas, antes ocupadas por el exarca de Ravena, que entregaba "a San Pedro y a su Vicario, el muy santo Papa, y a sus sucesores". El estado temporal de la Iglesia quedaba así constituido. El protector del nuevo estado era el rey de los francos. Lo que no se decía con claridad en el acta de Pipino era la clase de relaciones que se establecían entre el protegido y el protector, hecho que desencadenaría una disputa que continuaría hasta Napoléon III. Otras ciudades, como Bolonia, Faenza y Ferrara, pasaron al patrimonio de la Iglesia después de la muerte de Ataúlfo.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)