BEATA DORINDA SOTELO RODRIGUEZ
24 de octubre
1936 d.C.
Dorinda fue la mayor de cuatro
hermanos. El padre era labrador de nivel modesto, pero de honradez conocida
por todos. El deseo de consagrarse a Dios fue una constante en su vida. Desde
muy niña vio a unas Hermanitas en la iglesia de su pueblo y le dio
un salto el corazón con deseos de ser religiosa, no quitándosele
la idea jamás. El párroco D. Daniel Movilla, conociendo su
vocación la encaminó al colegio de las Hijas de la Caridad
en Orense y allí recibió una enseñanza personalizada
e intensa hasta 1933 en que ingresó en el seminario de las Hijas de
la Caridad.
El rasgo más destacado de su personalidad es el candor,
su aspecto angelical, su inocencia, cualidades que no están reñidas
con la responsabilidad, la madurez y el amor al trabajo que demostró,
porque no es niñería, sino presencia de Dios y fruto de un
esfuerzo mantenido desde su infancia por conservar la gracia.
Antes de iniciar el postulantado estuvo unos días con
su padre y hermanos en Lodoselo. Su padre, asustado del trato que el gobierno
republicano venía dando a la religión, hizo todo lo posible
para que desistiera de su propósito y se quedara en casa. Ella se
mostró firme en su vocación, consciente del peligro. Le habló
el padre del riesgo que había de que en cualquier guerra o revuelta
los revolucionarios la matasen y contestó: ‘yo quiero ser religiosa
aunque me maten’. Ante esta actitud resuelta de la joven, su padre, Manuel
Sotelo Garrido, autorizó su ingreso en el noviciado. Su único
destino fue el sanatorio antituberculoso del Espíritu Santo de Santa
Coloma de Gramanet (Barcelona) donde realizó su servicio a lo enfermos
tuberculosos durante dos años, entre 1934 y 1936.
MARTIRIO: Sufrió el martirio en idénticas condiciones
que su compañera Sor Toribia Marticorena. Al empezar la guerra ella
se asustó tanto al despertar al ruido de las sirenas, que el espanto
le duró hasta la muerte, pues enseguida empezaron las quemas de las
iglesias y conventos, junto con los bombardeos y muertes que producían,
podía haber regresado a su casa familiar, pues era novicia. La Visitadora
o superiora Provincial y la superiora local la invitaron a volverse con su
familia, ya que todavía no había emitido los votos, pero se
mantuvo firme en sus propósitos. La mataron por su condición
de Hija de la Caridad el 24 de octubre de 1936 junto a sor Toribia Marticorena,
según se narra en su biografía.