BEATO DONATO RODRIGUEZ GARCÍA
1937 d.C.
15 de enero



   Conforme a su partida de bautismo, Donato Rodríguez García nace en la localidad de Santa Olalla de Valdivielso el 27 de enero de 1911. Fue bautizado en la parroquia de San Isidoro del mismo pueblo, recibiendo el nombre de Donato y dándole por abogado a San Feliciano. Según declaración de sus padres, nació en el número 6 de la calle Real.

   Es hijo legítimo de Diego Rodríguez Fernández, natural de la misma localidad, y de Basilia García Valderrama, natural de Tova de Valdivielso, pueblo en el que contrajeron matrimonio. Los abuelos paternos eran de Santa Olalla y los maternos de Villalaín. Al margen de la partida se inscribe su confirmación, recibida el 19 de diciembre de 1923 en la Casa de Asilo de Burgos, conforme a la notificación del capellán, don Mariano Herrero.

   De Donato se sabe que caminaba con muletas a causa de la poliomelitis infantil. Dada su minusvalía fue recibido en la Casa de Asilo de Burgos, posiblemente para estudiar música, y manifestó una despierta inteligencia para adquirir nuevos conocimientos. Al salir de allí, don Valentín se interesó por él y le encargó tomar las funciones de maestro, «estando muy contentos los niños con él», según testimonio del propio Valentín Palencia. El 19 de noviembre de 1934 recibe el diploma de capacidad en la enseñanza de piano por le Conservatorio Nacional de Música y Declamación. Llegó a ser el director de la banda de música que Valentín creó en el Patronato de San José. Uno de sus alumnos en el Patronato, aseguraba de él: «Era un buen pedagogo; para enseñar música, parecía que te hipnotizaba, te transmitía su ilusión. Enseñaba solfeo e instrumentación, de suerte que nosotros, con doce años, leíamos con gran facilidad las partituras a primera vista. Era muy cariñoso con los chavales; nos reprendía con la mirada si estábamos distraídos».

   Su fotografía, con finas gafas claras, nos muestra el rostro de un hombre joven, cultivado y de aguda mirada. Los testimonios que de él nos han llegado lo describen como «un niño normal que jugaba y se divertía como un amigo más de sus amigos; él nunca se quedaba atrás a pesar de la polio y sus muletas. Era buen estudiante, el primero de la clase». Otros han asegurado que «era muy listo y muy buena persona; además muy generoso y desprendido, daba todo lo que tenía». «Era de buen carácter, muy bueno para todos».

   Durante su viaje estival a Suances junto a Valentín Palencia y otros niños del Patronato de San José también fue hecho prisionero. Según documentos de la época, «lo mataron por llevar un crucifijo colgado al cuello». «Los milicianos le dijeron: “Si te quitas el crucifijo, no te mataremos”, pero él dijo que no se lo quitaba. Y, también, que quería ser fiel a don Valentín y que correría la suerte que le tocara a él».

   El 30 de septiembre de 2015, el Santo Padre Francisco autorizó la promulgación del decreto reconociendo el martirio del Siervo de Dios. Valentín Palencia Marquina y sus cuatro compañeros.

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(Parroquia San Martín de Porres)