CLEMENTE VIII
1592-1605 d.C.



   El Cardenal Hipólito Aldobrandini, florentino, figuraba en último lugar en la lista de "papables" presentada por el embajador de España. A pesar de que se había erigido contra el nepotismo cuando Cardenal, dio la púrpura a sus sobrinos Cinzio y Pedro Aldobrandini, al que hizo secretario de Estado; los dos superieron dar a sus cargos una prestancia indiscutible que se avenía a la nueva mentalidad de la época.

   Las cosas en Francia evolucionaban lentamente. Enrique de Navarra conseguía victorias sin importancia, y colocado entre España y el Vaticano, no lograba estabilizar la situación. Un embajador francés fue enviado a Roma, pero el Papa no podía confiar en las promesas de un hereje. El 25 de julio de 1593, Enrique abjuró el calvinismo y el Papa le retiró la excomunión, no sin dificultad, ya que había motivos para dudar de la sinceridad de Enrique IV y para temer una reacción en El Escorial. La conversión de Enrique fue beneficiosa para la paz Europea y volvió a crear el equilibrio entre España y Francia y a poner fin a las guerras religiosas en Francia. Debido a la directa intervención de Clemente VIII y de su legado, la paz entre los dos países rivales fue firmada en Vervins el 2 de mayo de 1598. Felipe II reconocía a Enrique IV como rey de Francia.

   El 13 de abril de 1598 había sido sancionado por el rey el edicto de Nantes, que garantizaba la libertad de conciencia y de culto en todo el reino, lo que permitió a los hugonotes continuar no sólo como Iglesia, sino también como partido legal dentro de la organización oficial del estado francés. Esta excesiva libertad otorgada a un partido que era de la oposición (mientras en los demás países de Europa el que no profesaba la fe de su soberano era castigado con la muerte o con el exilio) no dejará de producir sus efectos algunos decenios más tarde, cuando la lucha entre católicos y protestantes vuelva a encenderse. En 1603 Enrique IV permitió el regreso de los jesuitas, a los que había expulsado del reino, después del atentado de uno de sus alumnos contra el rey (1594).

   Una de las mayores preocupaciones de Clemente VIII fue la de organizar una cruzada contra los turcos, que amezaban otra vez el Occidente. El emperador Rodolfo II de Austria, el más directamente amenazado por los infieles, recibió la ayuda del Papa, pero las tropas imperiales y pontificias sufrieron varias derrotas ante el temible enemigo. Enrique IV se negó a participar en la cruzada, prefiriendo la alianza con los turcos, que garantizaban a los franceses ventajas comerciales dentro de su vasto Imperio.

   La última esperanza de recobrar a Inglaterra a la muerte de Isabel fue desbaratada por Jacobo I, su sucesor, hijo de María Estuardo. Una vez en el trono, Jacobo persiguió a los católicos. Lo mismo sucedió en Suecia, donde Segismundo Wasa, elegido rey de Polonia y al que correspondía la corona de Suecia, hubiera tenido que llevar una política estrechamente relacionada con el Vaticano. Pero Wasa fue vencido y tuvo que regresar a Polonia. Suecia siguió protestante. En cambio, en Polonia, la hábil política de los jesuitas convenció a la minoría rutena a aceptar la unión con Roma, conservando su antiguo ritual y respetando las condiciones de la unión religiosa establecidas por el concilio de Florencia de 1439.

   Una controversia sobre los efectos de la gracia divina estalló en 1588, cuando un jesuita español, Luis Molina, profesor de la Universidad portuguesa de Evora, publicó un libro en latín titulado "Sobre la concordia del libre albedrío con los dones de la gracia". Sostenía Molina que la gracia otorgada por Dios no se vuelve eficaz hasta el momento en que es aceptada por el libre albedrío, y que, de este modo, la obra de la santificación no es más que el resultado entre la cooperación simultánea entre Dios y el hombre, entre la gracias y la libertad. Los dominicos contestaron afirmando que Dios sólo gobierna nuestra libertad y decide sobre todas nuestras acciones, de manera que no hay concordia, sino integración en el orden de la providencia. La controversia tomó proporciones, y el Papa se vió obligado a instituir, en 1597, la Congregación "De auxiliis", con el fin de apaciguar la polémica y decidir sobre el asunto. Clemente era partidario  de la tesis dominicana, que coincidía con la tradición tomista, pero no pudo asistir al desenlace de la controversia, puesto que falleció en 1605. Paulo V puso fin a las discusiones, prohibiendo cualquier publicación sin el permiso del Santo Oficio y de la Inquisición.

   Dos trágicos acontecimientos amargaron los últimos años del Pontífice. El primero fue el proceso de Giordano Bruno, antiguo monje dominico, que fue condenado y quemado en la hoguera el 17 de febrero de 1600. Bruno había nacido en Nápoles, había abandonado a los dominicos, había tenido contactos con los calvinistas en Ginebra y con los ambientes anglicanos en Inglaterra. Volvió al continente y defendió sus tesis en Venecia y en París. Sus principales obras, redactadas en forma de diálogos, fueron escritas en Londres entre 1583 y 1585. El panteismo está basado en la idea  de que el hombre no es más que la expresión de lo universal, o sea, de la misma sustancia divina, que es infinita como el universo. La idea de trascendencia desaparece, y la creación consiste, en cambio, en un proceso necesario de Dios que por ella se revela. Ideas que volverá a sostener Spinoza. La teología es, por consiguiente, una ciencia, ya que el objeto de la misma es el universo, es decir, Dios. Condenado por sus tesis, primero en Venecia, luego en Roma, murió rechazando el crucifijo. Su muerte no desencadenó ninguna protesta entre sus contemporáneos, pero fue utlizada, siglos más tarde, por los enemigos de la Iglesia, que hicieron de Bruno un héroe de la libertad de pensamiento.  Cuando los partidos laicistas consiguieron el poder en Italia, hacia fines del siglo XIX alzaron monumentos a Giordano Bruno en muchas ciudades italianas, una de ellas en Roma, el Mercato dei Fiori, donde el apóstata había muerto.

   A fines del siglo XVI, el príncipe de Valaquia, Miguel el Valeroso, se levantó contra los turcos y, después de vencerlos en Calugareni, reunió a los tres principados rumanos en un sólo reino. Obras importantes fueron realizadas bajo el pontificado de Clemente VIII. Tasso, protegido por Cinzio Aldobrandini, vivió en el Vaticano, donde escribió su poema religioso sobre la creación del mundo. Giacomo della Porta terminó la construcción del palacio del Vaticano en 1596. El Cardenal César Baronio, confesor del Papa, escribió gran parte de su historia de los Papas. En 1594 fue inaugurado y consagrado el nuevo altar pontifical bajo la cúpula de San Pedro.
 
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)