BEATO BUENAVENTURA
BUONACCORSI
14 de diciembre
1315 d.C.
Natural de Pistoya; en
1276, san Felipe Benizzi fue a Pistoya a presidir el Capítulo
general de los servitas y aprovechó la oportunidad para predicar
al pueblo, que estaba muy dividido. Entre sus oyentes había un
hombre de unos treinta y seis años, perteneciente a la noble
familia Buonaccorsi, que era el jefe de los gibelinos y, en materia de
piedad, era un caso desesperado. El hombre, que se llamaba
Buenaventura, quedó tan conmovido de la exhortación que
hizo el santo por la paz y concordia, que fue a verle y se acusó
de ser uno de los principales causantes del desorden, la miseria y la
injusticia que reinaban. Su arrepentimiento era tan profundo, que
pidió la admisión en la Orden de los servitas. San
Felipe, que naturalmente desconfiaba un poco de aquella
conversión tan súbita, le probó
imponiéndole una penitencia pública. En efecto,
Buenaventura debía reparar todos sus excesos y pedir
perdón personalmente a todos aquéllos a quienes
había hecho daño. Buenaventura se sometió de buen
grado a aquella penitencia y la ejecutó puntualmente. Entonces,
san Felipe le llevó consigo a Monte Senario para que hiciese el
noviciado en la casa madre de la Orden. Buenaventura perseveró
en su buen propósito. Después de su profesión, fue
el compañero de viajes de san Felipe y recibió la
ordenación sacerdotal; el pueblo le llamaba "el Beato" ya
durante su vida. Acompañó a san Felipe en varias misiones
en Lyon, Roma, Florencia.
En 1282, el beato
Buenaventura fue nombrado superior de Orvieto. Cuando murió san
Felipe, el sucesor de éste, que fue el P. Lottaringo, le
llamó a su lado. Más tarde, el beato fue nombrado
predicador apostólico para que misionase en toda Italia y lo
hizo con gran fruto de las almas. En 1303, fue elegido por segunda vez
superior de Montepulciano y ayudó a santa Inés a fundar
una comunidad de religiosas de Santo Domingo, de las que fue director
espiritual. De ahí pasó a Pistoya, su ciudad natal, que
estaba desgarrada por la guerra civil y amenazada por los florentinos.
Buenaventura hizo cuanto pudo por renovar en el pueblo la conciencia de
sus responsabilidades cristianas, sobre todo, mediante la
creación de cofradías y la difusión de la Tercera
orden de los servitas, y predicó incansablemente la paz y la
unión. Fue un hombre de oración y penitencia, y
obró muchos milagros.
Durante los años siguientes, acompañó
constantemente al prior general, quien, junto con el legado pontificio,
que era el cardenal Latino, trató de restablecer la paz en
Bolonia, Florencia y otras ciudades en las que reinaba la
división. Naturalmente, las gentes quedaban muy impresionadas
cuando veían al antiguo gibelino en hábito de mendicante,
predicando el amor fraternal. Murió en Orvieto, y fue sepultado
en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores de la iglesia de
los servitas. Así le mostró el pueblo la
veneración que le profesaba. Su culto fue confirmado en
1822 por el Papa Pío VIII.