BEATO BENJAMÍN ORTEGA ARANGUREN
19 de octubre
1936 d.C.
Vivió en Burgos
desde niño. Sus primeras maestras fueron las Hijas de la Caridad de
las escuelas de San José. Ellas también cuidaron su vocación.
Su cariño fraterno no le abandonaría nunca. Estuvo en
Ávila durante 14 años. En dicha ciudad se sintió muy
querido por la gente. Las horas que dedicó al confesionario, su piedad
y amor a la Iglesia, su claro talento y su carácter bondadoso y servicial,
hizo que muchos buscaran su dirección espiritual. Al perder el oído
quedó privado de su principal ministerio y fue destinado a la casa
provincial de Madrid como capellán y administrador de la revista de
la Medalla Milagrosa. La vida apostólica del P. Benjamín está
íntimamente relacionada con la propagación de la devoción
a la Virgen Milagrosa cuya medalla es un compendio de la historia de la salvación
y de ella se han servido los misioneros para predicar el reino de Cristo.
El punto culminante gira en torno al centenario de las apariciones a Santa
Catalina Labouré (año 1930).
MARTIRIO: Quizá por ser de los más débiles
de la comunidad, el superior tuvo interés en acomodarlo cuanto antes.
El P. Benjamín Ortega pidió alojamiento a la familia Álvarez
Ruiz, de Ávila. Le recibieron con gusto en su domicilio de la calle
Magdalena, 6, 2º, y allí se refugió el mismo día
22 de julio, antes del asalto a la casa por lo que no tuvo problema en llevarse
las obras de Sta. Teresa, el breviario y material para hacer rosarios, que
es a lo que se dedicó en el refugio, con toda prudencia y muy bien
atendido. Decía misa de seglar los días de fiesta, con asistencia
de la familia. La última fue el día de la Virgen del Pilar.
El mismo día dos milicianos registraron la casa y encontraron un libro
de latín. Ni el P. Benjamín, ni la familia que le acogía
ocultaron su condición de sacerdote.
Al día siguiente, 13 de octubre, volvieron los dos mismos
milicianos y lo prendieron, conduciéndole a la checa de Fomento. La
familia hizo todo lo posible por salvarlo. Le llevaron una manta y la comida
de cada día, pero no consiguieron verlo. Su hijo fue a una peña
de amigos a interceder por el Padre. Uno de ellos, que tenía alguna
influencia, le dijo que lo sentía mucho, pero que tratándose
de un sacerdote o religioso no podía hacer nada, porque
la gente de izquierdas estaba juramentada en hacer desaparecer a todos los
curas. Lo mataron el 19 de octubre de 1936.