BENEDICTO XII
1334-1342 d.C.



   El monje cisterciense Jacobo Fournier, hijo de un panadero, hombre austero y virtuoso, trató de reparar los daños causados a la causa cristiana por los excesos materialistas de su predecesor. Sin embargo, empezó la construcción del palacio de los Papas en Aviñón, el cual, según la fina observación de Luis von Pastor, sobrepasa en grandeza a la pequeña silueta de la catedral. Era un símbolo de los tiempos. Ni siquiera un Papa bien intencionado lograba frenar lo que era el deseo de la Iglesia, vivir en el tiempo en permanente rivalidad con reyes y emperadores. Las buenas intenciones de Benedicto XII no pudieron realizarse. No pudo impedir que estallase la guerra entre Francia e Inglaterra, ni logró concentrar las fuerzas de las naciones cristianas con el fin de emprender una nueva cruzada, ni pudo reunificar las iglesias, a pesar de los esfuerzos que hizo para acercarse otra vez a Constantinopla.

   El 8 de abril de 1341, el poeta Francesco Petrarca era coronado en Roma por el senador Ursus d'Anguillara, en el Capitolio, como magnum poetam et historicum, mientras el pueblo gritaba: "¡Viva el Capitolio!. La antigua glotia de Roma parecía revivir en aquel entusiasmo. Un joven de 28 años, llamado Cola di Rienzo, asistía a aquella exaltación y pensaba ya en dar a Roma su antiguo poder, con o sin la participación de los Papas. Una revolución social  y política se preparaba en Roma, una revolución que iba a derribar a la aristocracia y a transformar al pueblo de Roma en el único depositario del poder, según la Lex Regia que Cola di Rienzo descubrirá dentro de poco entre las reuinas de la ciudad. La antiguedad volvía a la luz, con todos sus mitos. Había empezado el Renacimiento.


Palacio de los Papas en Aviñon

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)