BEATO ANTONIO FAUNDEZ LÓPEZ
19 de septiembre
1936 d.C.
Nació en La Hiniesta,
provincia de Zamora (España), el 23 de julio de 1907, del legítimo
matrimonio de Jorge Faúndez y Eugenia López, siendo el quinto
de seis hijos. Fue bautizado dos días después en la parroquia
de Santa María La Real con el nombre de Miguel. En la misma Parroquia
fue confirmado el 9 de junio de 1916.
Después de una infancia caracterizada por su ánimo
piadoso y dócil, a los 12 años ingresó en el Colegio
Seráfico de Cehegín (Murcia), perteneciente a la provincia
franciscana de Cartagena. Hizo su noviciado en Jumilla de 1923 a 1924, y
emitió allí la profesión de votos temporales el 2 de
agosto de 1924; la de votos perpetuos la hizo el 15 de agosto de 1928 en
el convento de Orihuela (Alicante), donde seguía los cursos de teología;
antes había estudiado filosofía en el convento de Santas María
del Monte, extramuros de Murcia. De todos era apreciado por su carácter
amable y delicado, amante de la simplicidad. Al término de los estudios
teológicos fue ordenado sacerdote el 8 de febrero de 1931 en el convento
de Santa Ana de Orihuela, donde permaneció luego dos años.
Después fue destinado como profesor de literatura al
colegio Seminario Franciscano de Cehegín, ejerciendo su ministerio
con humildad y caridad; también se dedicó al ministerio de
la predicación y de la confesión, y fue director de la Juventud
Antoniana.
El 11 de marzo de 1936, los milicianos asaltaron el convento
de Cehegín, y fue para nuestro beato el comienzo de un tiempo de peligro
e itinerancia por varios lugares en el intento de ponerse a salvo. Estuvo
en un primer momento en el convento de Lorca, de allí el 23 de julio
partió para Altobordo donde estuvo predicando. Regresó a Cehegín,
se refugió en Orihuela y luego en Bullas (Murcia), en la casa de José
García Pascual.
La tarde del 11 de noviembre de 1936, los milicianos fueron
a sacarlo de aquella casa con el pretexto de conducirlo al comité.
El P. Antonio, viéndose en peligro de muerte, pidió que le
diese la absolución el P. Fermín García, hijo del dueño
de la casa. Una vez en la calle, dándose cuenta de que era conducido,
no al comité, sino a otro lugar para ser asesinado, comenzó
a correr con la intención de ponerse a salvo, gritando: "Viva la Virgen
del Rosario" y "Viva Cristo Rey". Alcanzado por los disparos de los milicianos
murió mártir por las calles de la localidad de Bullas.