BEATA ANTONIA MARÍA VERNA
25 de diciembre
1838 d.C.



   Antonia María nació en Pasquaro de Rivarolo Canavese (Italia), dentro de una familia humilde dedicada a la agricultura. Durante la transición de la revolución francesa y la llegada de las tropas de Napoleón, a los 15 años de edad, decidió con tremenda madurez hacer voto de virginidad perpetua para consagrarse al Señor, y más tarde dedicarse a las obras de caridad y la educación de niños y pobres. Este voto lo realizó después de un duro “combate espiritual” cuando sus padres quisieron que contrajera matrimonio y ella se negó.

   Por las reiteradas insistencias para que contrajera matrimonio (no faltaban, los pretendientes) Antonia María estuvo obligada a dejar Pasquaro durante un cierto tiempo. La Revolución Francesa trajo un relajamiento en las costumbres y en la fe, apareció el fideismo, la masonería, el laicismo, el iluminismo... todo ello hizo pensar a esta chica de 17 años que pensó que el camino estaba en la enseñanza, en la educación. Volvió a su pueblo y comenzó a enseñar a los niños, no cejando en cada dificultad que se le presentaba. El camino de Antonia estuvo plagado de baches y tuvo que hacer frente a 30 años de calamidad, injusticia, pobreza e incomprensión, durante los cuales no desfalleció en el camino.

   La vida de la beata "fue toda ella un don de gran belleza, llena de amor y de obras, a pesar de la dificultad, la adversidad, las injusticias y las incomprensiones", señaló el cardenal Bertone durante el rito de beatificación.

  Pasquaro se le hizo pequeño, y entre el el 1796 y el 1800, se fue a Rivarolo Canavese. Fueron estos años duros y difíciles; primero fueron los vientos de la Revolución los que llegaron al Piamonte, luego llegaron las campañas militares de Napoleón. La gente cada vez era más pobre, la delincuencia era cada vez más frecuente y se extendía como una mancha de aceite.

   La nueva casa de Antonia María consistía en una sóla habitación que servía de “templo, cátedra y claustro” y en este local impartía la instrucción que comprendía la enseñanza del catecismo y la alfabetización. También asistía a los enfermos a domicilio. Estaba sola. Pero entre 1800 y el 1802 se le unieron distintas compañeras y la primera comunidad fue constituida.

   En 1828, Antonia María consiguió todas las aprobaciones pontificias civiles y canónicas y fundó el nuevo instituto religioso Caridad de la Inmaculada Concepción de Ivrea después de muchísimos obstáculos. Murió en Rivarolo, en la mañana de Navidad, dejando a sus hijas capaces de donar gratuitamente, sin reservas, y por amor a Dios, en “plena disponibilidad a la obra de la salvación a imagen de María Imaculada” como dice la Regla de la Congregación.

   Las Hermanas de Ivrea actualmente extienden sus escuelas dirigidas al desarrollo cultural y social por toda Europa, América, Oriente Medio y África. Fue beatificada por SS Benedicto XVI el 2 de octubre de 2011.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)