BEATA ALEJANDRINA
MARÍA DA COSTA
1955 d.C.
13 de octubre
Nació en Balasar, Oporto (Portugal), en el seno de una familia
trabajadora. Después de hacer los estudios primarios en
Póvoa do Varzim, volvió a su pueblo y con 12 años
se puso a trabajar en el campo, pues tenía una
constitución robusta, pero una enfermedad (se piensa que el
tifus) estuvo a punto de costarle la vida, pero superó el
peligro, pero después de esto su físico quedó
marcado para siempre.
En 1918, tres hombres intentaron violarla a ella y a su
hermana Deolinda, Alejandrina, para salvar su pureza se tiró de
la ventana a una altura de cuatro metros. Las consecuencias fueron
terribles. Hasta los 19 años pudo arrastrarse hasta la iglesia,
donde, totalmente contrahecha, permanecía gustosa, siendo la
admiración de sus vecinos. Después la parálisis
fue progresando cada vez más hasta que los dolores fueron
terribles, y se quedó completamente paralítica. En 1925
tuvo que guardar cama para no levantarse más en los restantes 30
años de su vida.
Hasta 1928 no dejó de pedirle a María la
gracia de la curación con la promesa de hacerse misionera hasta
que comprendió que el sufrimiento era su vocación:
“Nuestra Señora me ha concedido una gracia aún mayor.
Primero la resignación, después la conformidad completa a
la voluntad de Dios, y en fin el deseo de sufrir”. En esta época
comenzó a recibir los primeros fenómenos místicos,
uniéndose a Jesús en los Sagrarios, por medio de
María. Fue la lámpara de los sagrarios, y pasaba las
noches peregrinando por los sagrarios, ofreciéndose al Padre
como víctima por los pecadores, junto con Cristo y sus
intenciones. Hizo el voto de hacer siempre lo que fuera más
perfecto.
De 1938 a 1942, vivió todos los viernes la
pasión de Cristo. “Amar, sufrir, reparar” fue el programa que le
indicó Cristo. Su director espiritual el jesuita Mariano Pinho
le indicó que escribiera todas sus revelaciones místicas.
En 1936, le pidió al Papa que consagrase al mundo al
Corazón Inmaculada de María, y en 1942, Pío XII
accedió a sus súplicas. Desde 1942 dejó de
alimentarse viviendo sólo de la eucaristía. En 1944 su
nuevo director espiritual, el salesiano Humperto Pasquale, la
animó para que siguiera escribiendo. En este mismo año se
inscribió en la Unión de Cooperadores Salesianos.
Rezó y sufrió por los cooperadores de todo el mundo. Los
últimos años de su vida los pasó aconsejando a
todas las personas que iban a visitarla, guiadas por su fama de
santidad. Sus restos están enterrados en la parroquia de
Balasar, y sobre su tumba se lee su epitafio que ella misma
escribió: “¡Pecadores, si las cenizas de mi cuerpo pueden
ser útiles para salvaros, acercaos, pasad sobre ellas, pisadlas
hasta que desaparezcan. Pero ya no pequéis; no ofendáis
más a Jesús!”. Fue beatificada por SS. Juan Pablo II el
25 de abril de 2004.