BEATO AGUSTÍN BERMEJO MIRANDA
1936 d.C.
28 de agosto



   Nació en Puerto Castilla (Ávila) el 10 de abril de 1904, hijo de Adolfo y Eulogia. Fue bautizado el día 13 del mismo mes y año. La confirmación la recibió, estando ya en el seminario de Ávila, el 9 de octubre de 1919. En el ambiente religioso de su hogar nació su vocación al sacerdocio e ingresó en el seminario San Millán de Ávila a los 11 años. Allí realizó los cursos de latín, humanidades, filosofía y teología. Siempre se distinguió por su piedad, amor al estudio y brillantes calificaciones académicas. Después de recibir la primera clerical tonsura el 28 de marzo de 1925, siguieron las órdenes menores y, sucesivamente, con los debidos intervalos, la orden del subdiaconado y diaconado hasta llegar a la ordenación de presbítero el 18 de diciembre de 1926. Ya sacerdote, don Agustín desempeñó en la diócesis varios cargos pastorales, interrumpidos para incorporarse al servicio militar como capellán de las tropas españolas en África. Al regresar, estuvo sucesivamente en ocho parroquias de diversos pueblos, hasta que en 1935 es nombrado párroco de Hoyo de Pinares, donde permanecerá hasta su muerte violenta. Don Agustín se distinguió por su intensa vida de piedad, por su paternal y solícita atención a los niños y a los jóvenes; por las frecuentes visitas a los enfermos, y por sus constantes obras de caridad a favor de los pobres. Todo esto le granjeó gran estima entre todos sus feligreses, incluso entre los que estaban alejados de la práctica religiosa. Al mismo tiempo, era notable la influencia de las organizaciones comunistas, socialistas y revolucionarias de izquierdas, con una sistemática propaganda atea y anticatólica.

   El 18 de julio de 1936 don Agustín estaba con su madre en la casa parroquial. El día 19 es confinado en la vivienda, por lo cual no pudo salir para celebrar la misa ni otros actos de culto. Además, la iglesia quedó incautada por los milicianos. Don Agustín era consciente de su peligrosa situación, agravada por la presencia de su madre anciana y casi ciega y, además, por la noticia de que han asesinado a dos párrocos vecinos. No obstante, se muestra valiente, resignado, tranquilo. Las largas horas de los días en que permaneció custodiado en la vivienda las empleó en constante oración mental y vocal. Estudia y lee. Conforta a quienes le van a visitar. Llegado el día 28 de agosto de 1936, después de cuarenta días encerrado en su vivienda, bien vigilado y custodiado por los milicianos, el párroco va percibiendo cómo le llega el final. Van a buscarle de madrugada armados. Madre e hijo se estrechan en apretado abrazo. Tal gesto no conmueve el corazón de los perseguidores; le cogen prisionero y lo suben a un coche que estaba preparado. Marchan en dirección a Cebreros, pero sin llegar al pueblo, y siguen hacia El Barraco (Ávila), donde, junto a la pared de una viña, matan a don Agustín. Un miliciano contó en el pueblo que había muerto diciendo ¡Viva Cristo Rey! Tenía 32 años. En el lugar del asesinato quedó el cadáver insepulto, pero más tarde volvieron los milicianos para quemar los restos mortales; finalmente, unos camineros enterraron allí mismo lo que quedaba del cadáver. Una vez que esta zona quedó liberada el cuerpo del párroco fue exhumado y trasladado al cementerio de El Barraco. Años más tarde, en 1954, sería llevado a la iglesia parroquial de Puerto Castilla, y en 2013 a la catedral de Ávila.

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(Parroquia San Martín de Porres)